CVC. Antología de la crítica sobre el «Quijote» en el siglo XX. José Manuel Blecua. Garcilaso y Cervantes. (2024)

José Manuel Blecua*

A Rafael Lapesa

Bien conocida es la fortuna de Garcilaso en los siglos xvi y xvii. Herrero García reunió abundantes testimonios del siglo xvii,1 pero nadie ha puesto su atención en el extraordinario fervor con que Cervantes leyó la obra del divino toledano, una de sus mejores admiraciones. No fue un entusiasmo juvenil y pasajero, sino todo lo contrario. El eco de las lecturas garcilasistas resuena por toda la obra cervantina, desde la elegía a la muerte de Isabel de Valois hasta el Persiles, pasando por el Quijote y las Comedias. Casi podríamos asegurar que Cervantes sabía de memoria lo mejor de Garcilaso, y sin gran esfuerzo se han anotado citas textuales o reminiscencias. En algún caso, cierto verso de la égloga tercera, «que a despecho y pesar de la ventura» dará origen a un pequeño lugar común de la misma prosa, como veremos unas líneas más abajo.

Cabría plantear el problema del porqué de esta admiración cervantina. Es posible que la respuesta se encontrase en la fecha de 1547. Cervantes se nutrió en su juventud de versos del toledano y de romances viejos. Por educación, ideas y sentimientos era Cervantes un renacentista que en plena madurez vería el triunfo de una generación más joven que la suya, con problemas distintos. Él pertenece a una generación puente entre la de Herrera, Fray Luis, Felipe II y la de Lope, Góngora y Felipe III. En muchos aspectos Cervantes siguió fiel a sus ideas renacentistas, aunque en otros, por ejemplo en el teatro, se inclinase ante las nuevas tendencias. De su fidelidad a Garcilaso vamos a anotar curiosas muestras. Indicaré algunos elogios, citas textuales de versos y reminiscencias, que aunque en ciertos casos han sido anotados por los comentaristas, en otros han pasado inadvertidos. Es seguro que una lectura detenida arrojará más textos, pero creo que con los reunidos tendremos suficiente para probar la honda huella que dejó en el espíritu de Cervantes la obra de Garcilaso.2

En La Galatea (II, 209), dice Calíope: «Soy la que ayudó a tejer al divino Ariosto la variada y hermosa tela que compuso; la que en esta patria vuestra tuvo familiar amistad con el agudo Boscán y con el famoso Garcilaso».

Muchos años después, en el Persiles (II, 78), volcará Cervantes todo su amor por Garcilaso en uno de los mejores elogios que se conocen: «Como es uso de los septentrionales ser toda la gente principal versadas en la lengua latina y en los antiguos poetas, éralo asimismo Periandro, como uno de los más principales de aquella nación; y así, por esto, como por haber mostrádole a la luz del mundo aquellos días las famosas obras del jamás alabado como se debe poeta Garcilaso de la Vega, y haberlas él visto, leído, mirado y admirado, así como vio al claro río, dijo: “No diremos: ‘Aquí dio fin a su cantar Salicio’, sino: ‘Aquí dio principio a su cantar Salicio; aquí sobrepujó en sus églogas a sí mismo; aquí resonó su zampoña, a cuyo son se detuvieron las aguas deste río, no se movieron las hojas de los árboles, y, parándose los vientos, dieron lugar a que la admiración de su canto fuese de lengua en lengua y de gente en gente por todas las de la Tierra’”».

En el Quijote (II, 8), el héroe recuerda la égloga tercera, aunque sin citar ningún verso: «Mal se te acuerdan a ti, ¡oh Sancho!, aquellos versos de nuestro poeta donde nos pinta las labores que hacían allá en sus moradas de cristal aquellas cuatro ninfas que del Tajo amado sacaron las cabezas y se sentaron a labrar en el prado verde aquellas ricas telas que allí el ingenioso poeta nos describe».

Cervantes no tuvo inconveniente en incrustar algún verso de Garcilaso, bien conocido por todos, entre los suyos, o citarlo en la prosa. El famoso «estoy muriendo y aun la vida temo» (Égloga I, 60), se utiliza en La Galatea (I, 114) con un que delante. El bellísimo «¡Oh más dura que mármol a mis quejas!» cierra cuatro octavas en la misma obra (II, 268), y en el Quijote se transforma en «¡Oh más duro que mármol a mis quejas!» (II, 70).

En el mismo Quijote se citan más textos de Garcilaso. En la canción de Grisóstomo (I, 14) se utiliza un verso de la égloga segunda, el 606, que también hará fortuna en Cervantes:

[…] el triste canto
del envidiado búho, con el llanto
de toda la infernal negra cuadrilla
salgan con la doliente ánima fuera.

Repetido en el Persiles (I, 172), aunque antes había aparecido en La Galatea (I, 173):

que mi voz lastimera
saldrá con la doliente ánima fuera.

Salga con la doliente ánima fuera
la enferma voz, que es fuerza y es cordura
decir la lengua lo que al alma toca.

Podemos registrar otros grandes éxitos. El famoso principio del soneto «¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas», se convierte casi en lugar común, como es bien sabido. En el Quijote (II, 18) se cita textualmente: «Y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quien estaba, dijo:

—¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería.

En el Persiles (I, 278): «Alcé la voz para mostrar con la lengua la gloria que en el alma tenía, y queriendo decir: “¡Oh únicas consoladoras de mi alma!”; “¡oh ricas prendas, por mi bien halladas, dulces y alegres en este y otro cualquier tiempo!”, fue tanto el ahínco que puse en decir esto, que rompí el sueño».

Hasta en las piezas teatrales encontraremos la presencia de esos dos famosos versos. En La guarda cuidadosa, dice el soldado: «Pues, señor, ya que no lleva remedio de fiarme estas chinelas, que no fuera mucho, y más sobre tan “dulces prendas, por mi mal halladas”, llévelo a lo menos de que vuesa merced me las guarde hasta desde aquí a dos días».

En Los baños de Argel (I, 286):

—Prendas por mi bien halladas,
¿qué bizarrías son éstas?

Otro verso de Garcilaso, «por estas asperezas se camina» (Elegía I, 202), seducirá a Cervantes. Era lógico que ese terceto encontrase eco en el autor del Quijote. Parecía escrito para él. Dos veces lo cita en su inmortal obra, una textualmente y otra intercalado en la prosa: «Sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella [la caballería]; y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes, porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin, y sé, como dice el gran poeta castellano nuestro, que

Por estas asperezas se camina
de la inmortalidad al alto asiento,
do nunca arriba quien de allí declina.

(II, 6)

Volveremos a encontrar la cita en la famosa disputa de las armas y las letras. Dice don Quijote: «¿Por ventura es asunto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad(II, 32).

No terminan aquí las citas garcilasistas que se encuentran en el Quijote . Otro famoso verso: «que la Fortuna, de mi mal no harta», aparece intercalado en la prosa: «que ya veo que la Fortuna, de mi mal no harta, tiene tomados todos los caminos por donde pueda venir algún contento a esta ánima mezquina» (II, 10). Esta ánima mezquina, que se encuentra repetidas veces en los escritos de Cervantes (cf. La Galatea, I, 18), es también recuerdo de Garcilaso. Compárese con los conocidos versos «siempre está en llanto esta ánima mezquina» (Égloga I, 81), «que tanto aflige esta ánima mezquina» (íd., 368).

Recordemos, por último, la cita íntegra de la octava de la Égloga III, que aparece en el capítulo LXIX de la segunda parte:

En tanto que en sí vuelve Altisidora,
muerta por la crueldad de don Quijote,
y en tanto que en la corte encantadora
se vistieron las damas de picote,
y en tanto que a sus dueñas mi señora
vistiera de bayeta y anascote,
cantaré su belleza y su desgracia
con mejor plectro que el cantor de Tracia.

Y aún no se me figura que me toca
aqueste oficio solamente en vida;
mas con la lengua muerta y fría en la boca
pienso mover la voz a ti debida.
Libre mi alma de su estrecha roca,
por el estigio lago conducida
celebrándote irá, y aquel sonido
hará parar las aguas del olvido.

En el capítulo siguiente se hacen unos comentarios que no dejan de ofrecer cierta curiosidad, sobre todo después de las citas estudiadas:

Don Quijote le respondió:
—Vuestra merced me diga quién es, porque mi cortesía responda a sus merecimientos.
El mozo respondió que era el músico y panegírico de la noche antes.
—Por cierto —replicó don Quijote— que vuestra merced tiene extremada voz; pero lo que cantó no me parece muy a propósito; porque ¿qué tienen que ver las estancias de Garcilaso con la muerte desta señora?
—No se maraville vuestra merced deso —respondió el músico—, que ya entre los intonsos poetas de nuestra edad se usa que cada uno escriba como quisiere, y hurte de quien quisiere, venga o no venga a pelo de su intento, y ya no hay necedad que canten o escriban que no se atribuya a licencia poética.

Nótese que no se critica tanto el uso de las estancias de Garcilaso cuanto el que no vienen a pelo. De otro modo no se comprendería cómo el mismo Cervantes se apropió de tres versos, bien sabidos, de Garcilaso en la canción A los éxtasis de nuestra beata madre Teresa de Jesús, que principia:

Virgen fecunda, madre venturosa,
cuyos hijos, criados a tus pechos,
sobre sus fuerzas la virtud alzando,
pisan ahora los dorados techos
de la dulce región maravillosa
que está la gloria de su Dios mostrando,
tú que ganaste obrando
un hombre en todo el mundo
y un grado sin segundo,
ahora estés ante tu Dios postrada,
en rogar por tus hijos ocupada,
o en cosas dignas de tu intento santo,
oye mi voz cansada
y esfuerza, ¡oh madre!, el desmayado canto.3

Hasta aquí llega lo que pudiéramos llamar citas textuales de versos garcilasistas. Veamos ahora otras reminiscencias, fáciles de hallar en diversos textos poéticos o en la misma prosa. Comencemos por un famoso verso, el quinto de la égloga tercera: «A despecho y pesar de la ventura», que veremos convertido en un lugar común levemente modificado:

que, a despecho y pesar del diligente
tiempo, será en sus fines infinita,4

dice en el soneto a fray Pedro de Padilla. En la prosa aparece en casi todas las obras: «a despecho y pesar del circunspecto ignorante» (El licenciado Vidriera, 94); «a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre» (Quijote, II, 59); «cuando el sueño, a despecho y pesar de la hambre» (íd., II, 53); «a despecho y pesar de las experiencias» (Persiles, I, 68); «que a despecho y pesar de la mentira» (Persiles, II, 100). Podría señalar aún muchos más ejemplos, ya que ésa es una fórmula trivial en la prosa cervantina. Menos frecuente es la derivada del también famoso «cuando me paro a contemplar mi estado», que da origen a frases como la siguiente: «Cuando me paro a considerar […]» (Galatea, II, 33).

Indico ahora una pequeña lista de lugares que me parecen imitados de Garcilaso. El primer verso, en cursiva, es el de Cervantes, y el segundo, de Garcilaso:

O ¿en cuya oreja sonará su acento?5

Tu dulce habla, ¿en cuya oreja suena?

(Égloga I, 127)

Que no deshaga el corazón en llanto6

Sino en su llanto estarse deshaciendo.

(Elegía I, 228)

Se tiene de extender de gente en gente7

Que siempre sonará de gente en gente.

(Égloga I, 160)

Mi lengua balbuciente, y casi muda,
pienso mover en la real presencia;8

mas con la lengua muerta y fría en la boca,
pienso mover la voz a ti debida.

(Égloga III, 11-12)

Responde el monte, el prado, el llano, el río.

(Galatea, I, 1)

La tierra, el campo, el monte, el río, el llano,
alegres a una mano estaban todos.

(Égloga II, 1721-1722)

La blanca nieve y colorada rosa.

(Galatea, I, 11)

El blanco lirio y colorada rosa.

(Égloga I, 103)

Y agora al cuello siento tus cadenas.

(Galatea, I, 115)

¿Cuál es el cuello que como en cadena...

(Égloga I, 131)

Y en condición más que la nieve helada.
Y en el verano más que nieve helada.

(Égloga II, 3)

Más helada que nieve, Galatea.

(Égloga I, 59)

Conozco lo que al alma le conviene,
sé lo mejor y a lo peor me atengo.

(Galatea, I, 165)

Y conozco el mejor y el peor apruebo.

(Soneto VI))

Ser señora de un alma no aceptaste.

(Galatea, I, 167)

¿De un alma te desdeñas ser señora?

(Égloga I, 67)

Por ásperos caminos voy siguiendo.

(Galatea, II, 155)

Por ásperos caminos he llegado.

(Soneto VI)

Gracias al Cielo doy, pues he escapado.

(Galatea, II, 160)

Gracias al Cielo doy, que ya del cuello...

(Soneto XXXIV)

Que se publique
de lengua en lengua y de una en otra gente.

(Quijote, I, 14)

Que siempre sonará de gente en gente.

(Égloga I, 160)

Podrán encontrarse muchas más reminiscencias, pero creo que las apuntadas son suficientes para demostrar la persistencia del favor garcilasista de Cervantes. Sería interesante e instructivo el estudio de por qué gustó el autor del Quijote de determinados versos, pero es tarea que cae fuera de estas notas. Mi propósito era solamente señalar esa admiración de nuestro mejor inventor de fábulas.

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