Estudio de don Manuel José Quintana (2024)

Manuel Cañete

Quintana

«...and Quintana's own history shows thatwhatever raisfortunes may befall any oneindividually, he does not labour or suffer in vainwho labours or suffers honestly in a just cause.»
James Kennedy.
«Modern poets and poetry of Spain.
Londres, 1852.

La presente biografía no es un artículo laudatorio, ni tiene tampoco pretensiones literarias deningun género: cualquier otro escritor la hubiera desempeñado con más acierto y mejor estilo;mas al publicarla en este lugar, debo hacer presente que en ello cumplo el grato deber de rendirá la memoria de mi tio un tributo de cariño y respeto.

Hay también dos motivos que me deciden á hacerlo: uno, que al dar á luz estas obras inéditas,parecia natural que figurase al frente de ellas la biografía de su autor; educado y dirigido por mitio, habiendo sido él mismo mi maestro en algunos estudios, y habiendo vivido yo en sucompañía durante el último período de su existencia, tuve ocasión de conocer su carácter y suscostumbres, y he podido apreciarlas hasta en sus menores detalles con mayor facilidad quecualquier extraño. El otro es que, al examinar con el detenimiento y el estudio debidos lospapeles y escritos de- Quintana, que desde su muerte han existido en mi poder, he hallado -entreellos apuntes y documentos que se mencionan en el lugar correspondiente de esta biografía,cuyos documentos, olvidados ó ignorados, no han tenido presente algunas personas al criticarleciertas palabras en sus escritos políticos.

Dicho lo que antecede, sólo me resta añadir, que ni el interés de un parentesco tan cercano,ni el cariño que le profesé me obligarán á hacer un panegírico que no esté fundado en la verdadde los hechos.

_________

Entre las innumerables noticias biográficas de Quintana, que se han publicado, tanto enEuropa como en las Américas, muchas adolecen de faltas de exactitud, unas en la fecha de sunacimiento, otras en el pueblo de su naturaleza. Maury(1) le da por nacido en la provincia deMeléndez; Cazzaniga, además de caer en el mismo error, anticipa dos años su nacimiento(2), yotros escritores, que no menciono por no ser prolijo, le hacen natural de Salamanca. Sin dudaalguna estos errores son efecto de lo mucho que Quintana hablaba siempre de esas dosprovincias, por el gran cariño que las tenia; á la una, porque le nutrió y alimentó con sus, talentos;á la otra, porque en ella pasó la época más tranquila y feliz de su vida.

De familia honrada y distinguida, pero no rica, y sin haber heredado jamás bienes de fortuna,vivió siempre con suma modestia, y hasta con estrecheces en sus últimos años, careciendomuchas veces de lo más necesario á su salud y á su comodidad. Las personas que en todostiempos honraron su casa, pudieron ver en ella únicamente el hogar del español antiguo, es decir,el sacramental brasero, la estera de pleita y las sillas llamadas de paja. Allí no habia alfombras,ni butacas, ni estrados; y fuera de lo más necesario para la vida, empleó siempre su escaso haberen las letras y en las artes, en libros y en cuadros: gustaba mucho de tener las mejores edicionesde las obras, y solia decir que el afán de adquirir libros era un vicio como, cualquier otro, quenunca se veia satisfecho; su biblioteca era muy notable por lo selecta y por la cantidad devolúmenes. Sus sobrinos hubieran deseado conservarla, pero desgraciadamente tuvieron quedeshacerse de ella para atender al pago de algunos gastos y de las deudas que Quintana dejó almorir, entre las cuales figuraban cincuenta duros que habia tenido que pedir á un amigo parahacerse el traje de etiqueta con que asistió al solemne acto de su coronacion.....

Su carácter fué siempre igual, afable y modesto con todo el mundo; escuchaba. conbenevolencia hasta las impertinencias con que le acosaban algunas personas de todo puntodesconocidas para él, y daba con lealtad y franqueza los consejos que le pedian, sin imponerjamás su opinion propia. En el trato particular supo hacerse estimar de sus amigos, tanto porquede sus labios no salió nunca una alabanza inmerecida, cuanto por la ingenuidad y constancia conque cultivaba sus amistades. Henry Colburn, en sus Letters from Spain, despues de tributar unhomenaje de admiracion á Quintana, del cual debo hacer abstraccion, dice hablando de sucarácter: «... mientras que la excelencia de su corazon y la digna elevacion que regula suconducta, hacen su trato extremadamente agradable, y dan un alto precio á su amistad...»

Galante sin ridiculez con las damas, ameno y festivo en sus conversaciones, hubiéraseletomado, al escucharle sin mirar á su venerable cabeza, más bien por un hombre de treinta años,que por un anciano octogenario; él pudo decir como Beranger, con el cual le han comparado enla nacion vecina,

«L'on a toujours vingt ans
Dans quelque coin du coeur.»

La vejez trae consigo dolores, incomodidades y cuidados, que son generalmente causa en todohombre sexagenario, de que su carácter, por franco y generoso que haya sido en la juventud, setorne gruñon y egoista. En Quintana no he hallado estos achaques de la vejez: tolerante en losdefectos de los demás, comedido en sus reprensiones, y considerado hasta con sus mismosservidores, no recuerdo haberle visto encolerizado ni una sola vez. Durante los últimos mesesde su vida sufria casi contínuamente dolores más ó ménos agudos que le privaban de lo quepuede ansiar más el hombre, que es la libertad de accion, y ni áun estos dolores físicos fueronbastantes á cambiar su humor jovial y chispeante. Era alto, erguido, grueso de cuerpo y deaspecto severo; su vista fué tan privilegiada, que á pesar de sus ochenta y cinco años podia leery escribir sin anteojos. No puedo resistir al deseo de copiar aquí las palabras que empleaCazzaniga, al describir su Primera visita á Quintana, en el año 1835. Dice así: «.....E impossibiledi presentarsi a quell' uomo, e non leggere subito il suo ingegno, la vigoria del suo intellettosulla sua fronte; io, che gia me lo aveva dipinto nella mente, magro, pallido, cadente, estenuatodai molti e gravi studi, dalle sventure e dagli anni, rimasi maravigliato quando vidi in lui unuomo che ancora mostrava di essere in tuto il vigore dell' età forte, ben compito della persona,bruno assai di volto, con due occi di fuoco, una voce profunda, gagliarda, sonora, un aspettograve, imponente, che lo crederesti piuttosto un antico generale d' armata che riposa all' ombrade' suoi allori, che un uomo di lettere, i1 quale da cinquant' anni e più, conduce la sua vita fra1 libri, e fra le miserie d' una sempre, se non avversa, almeno contrastata fortuna...»

Y sin embargo, á pesar de su «adversa y azarosa fortuna» jamás salió de sus labios una quejacontra los hombres ni contra la suerte. Detenido provisionalmente en el cuartel de Guardias enun calabozo de siete piés de ancho y nueve de largo, donde habia una cama de fábrica, una sillay una mesa por todo mueblaje; trasladado despues á la ciudadela de Pamplona, donde estuvoencerrado cerca de seis años procesado capitalmente; privado de toda comunicacion y hasta deescribir, pues no se lo permitieron en los primeros años de su prision, resistió con un esfuerzogiganteo aquella muerte civil. Su espíritu permaneció siempre tranquilo, y la entereza de sucarácter fué inquebrantable. Su causa era justa, sagrada: su causa era la de la patria, a la cualconsagró todas las facultades de su entendimiento, todas las potencias de su alma.

Durante su juventud fue su salud tan delicada, que los médicos le pronosticaron no llegaríaá cumplir treinta años. Á juzgar por un retrato suyo que posee el autor de estas líneas, pintadopor Ribelles en 1806, no se le hubiera augurado una longevidad como la que ha tenido, igual conmuy corta diferencia á la de Voltaire.

Don Manuel José Quintana nació en Madrid el 11 de Abril de 1772. Su padre D. JuanAntonio, relator del Consejo de Órdenes, que ocupaba una posicion desahogada, le dio laeducacion que correspondía á su clase y á las esperanzas que desde sus primeros años hizoconcebir el carácter y disposicion de Quintana. Aprendió las primeras letras en una escuela dela corte; la latinidad en Córdoba; la retórica y filosofía en el seminario conciliar de Salamanca,y el derecho canónico y civil en la célebre universidad de la misma ciudad.

Quintana empezó á darse á conocer desde sus primeros años, pues aún no habia cumplidoveinte cuando presentó un ensayo didáctico titulado Las reglas del drama, escrito para elconcurso abierto á los poetas por la Academia Española en 1791. El ensayo, á decir verdad, nocorrespondió al atrevimiento de su joven autor, y él mismo conoció el escaso mérito de esta composicion, pues cuando más tarde la publicó dijo en la advertencia que le precede: «.....á ningunade las obras presentadas se adjudicó entonces, el premio, y en verdad que si todas eran como ésta,ninguna le merecía.» Dedicóse con preferencia á la poesía, á la elocuencia y á la historia, en lascuales fueron sus maestros D. Pedro Estala, Cienfuegos y Melendez; este último, que le estimabay preferia mucho, en cierta ocasion al leer una com posicion de Quintana exclamó: «Estemuchacho nos va dejando atrás.» Pocos años después el discípulo pagaba á. su maestro un justotributo de admiracion diciéndole:

Alto silencio en la olvidada España
Por todas partes extendió su manto,
Cuando tu hermoso canto
Resonando ¡oh Melendez! de repente,
De orgullo y gozo llena
Se vió á tu patria levantar la frente(3).

Graduado en ambos derechos y recibido de abogado en 1795, fué nombrado aquel mismo añoagente fiscal de la Junta de Comercio y Moneda. Ya por entonces corrian de mano en mano suscomposiciones líricas y patrióticas, buscadas con ávido interés por el público, y fácilmente puedecomprenderse el efecto que producirian con sólo recordar la época en que están escritas; épocaprecursora de las grandes conmociones que amenazaban á la Europa entera, en las cuales iba áverse envuelta España, la patria adorada de Quintana, cuyo amor le inspiraba aquellos cantos queencendían el fuego sagrado en el pecho de todo buen español.

Desde los primeros cantos que publicó Quintana se vió en él al poeta y al hombre político, alpatricio que más tarde habia de sacrificar su carrera, su porvenir, su libertad y hasta su vida, sihubiera sido preciso, en aras de la causa liberal de aquellos tiempos. Sus odas, entre las cualesllamaron mucho la atencion las tituladas Al mar y Á la invencion de la imprenta, de las que seagotaron infinidad de ejemplares, las imprimió sueltas repetidas veces, hasta que en 1802coleccionó é imprimió un tomo de poesías que ha sido reimpreso diferentes veces.

Casó en Marzo de1800 con una señora de Zaragoza, de familia distinguida, y que segun famade aquellos tiempos era una de las mujeres más hermosas de entonces. Esta señora, célebre porsu belleza, lo era tambien por su talento y por su instruccion, hablaba varios idiomas, y poseiaademás el don de la oratoria. Murió sin haber tenido hijos el año de 1820, poco tiempo despuesde haber salido su marido de la ciudadela de Pamplona.

En Mayo de 1801 se representó por primera vez en el coliseo de. la Cruz la tragedia deQuintana El Duque de Viseo, imitacion de un drama inglés titulado Castle Spectre, de Lewis, ycuatro años más tarde se estrenó el Pelayo. Esta última, original, tuvo gran éxito y fué recibidacon grande y general aprobacion, tanto por el argumento elegido, cuanto por el mérito literariomuy superior al de El Duque de Viseo. Cierto es también que contribuyó mucho á su buen éxitoel asunto histórico, eminentemente patriótico y que hablaba directamente al sentimiento nacional.Estas dos tragedias son las únicas obras dramáticas que nos ha dejado, pues aunque tenia muyadelantadas otras tres, los acontecimientos Políticos que sobrevinieron en 1808 no le permitieronconcluirlas, ni pudo recobrar los manuscritos que, sustraidos ó inutilizados, desaparecieron desu casa con otros papeles de interés durante sus persecuciones políticas.

En 1802 escribia como principal redactor en el periódico Variedades de ciencias, literaturay artes, revista que tuvo gran aceptacion. En 1806 fué nombrado Censor de teatros, y al añosiguiente publicó el primer tomo de las Vidas de españoles célebres. Dos años más tarde formóla Coleccion de poesías selectas castellanas desde Juan de Mena, reimpresa después diferentesveces, y por entonces redactaba también el Semanario Patriótico, periódico político emprendidoen compañía de otros amigos suyos para fomentar y sostener el espíritu de independencia contrala invasion francesa.

En Diciembre de 1808 tuvo que abandonar á Madrid dirigiéndose á Sevilla; formada en 1809la Junta Central le nombró Oficial mayor de la Secretaría general, y en el mismo año Secretariodel Rey con ejercicio de decretos. La primera Regencia le hizo en 1810 Secretario de lalnterpretacion de lenguas, resolviendo al mismo tiempo que permaneciese cerca del Consejo deRegencia para ocuparse en las misiones que tuviera que fiar á su cuidado y conocimientos. Alsiguiente año, 1811, fue nombrado Secretario de Cámara y de la Real Estampilla, de cuyo cargotuvo que hacer dimisión por los muchos enemigos que le creó un puesto tan honroso y de talconfianza.

En Febrero de 1814 fué elegido Académico de la de San Fernando, y simultáneamente casila Academia Española le recibió también en su seno como individuo de número.

Instaladas las Córtes de Cádiz, fué nombrado por ellas, en el mismo año Vocal de la Juntasuperior de Censura, y por entonces tambien individuo de la Comision del plan de estudios,cuyos trabajos fueron hechos por Quintana, presentados al Gobierno y aprobados despues por lasCórtes.

Los sucesos políticos ocurridos en 1844 y la parte más ó ménos -activa que tomó en ellosQuintana, dieron márgen á su prision y proceso, cuyos detalles están contados por él mismo, enla parte correspondiente de estas obras. Restablecida la Constitucion en 1820, fué sacado entriunfo de la ciudadela de Pamplona el 11 de Marzo, cuando ménos quizá lo esperaba; diéronleseis dias despues de su libertad el Gobierno político de Navarra, cargo que no pudo aceptar porhaberle llamado el Gobierno á Madrid para que desempeñara la Presidencia de la Junta supremade Censura, y al restituirle en todos los cargos y honores que habia tenido ántes dé su prisión, lenombraron tambien individuo del Museo de Ciencias Naturales.

En Mayo de 1821 fué elegido por las Córtes el primero de los siete individuos que habian decomponer la Junta protectora de libertad de Imprenta; y creada en el mismo año la Direccion deEstudios, fué nombrado Presidente de la misma, ejerciendo este cargo hasta 1823 en que fuéabolido otra vez el sistema constitucional, y por consiguiente vuelto á ser despojado de susempleos y honores y de todo influjo público. Durante estos dos años del 21 al 23la SociedadEconómica Matritense le acogió en su seno, y tambien la Junta Suprema provisional de Sanidadle nombró individuo de la misma.

Abolida por segunda vez la Constitucion y despojado nuevamente de sus cargos, se retiróQuintana á un pueblo de Extremadura donde residia su familia paterna, y allí permaneció hastaSetiembre de 1828 en que se le permitió volver á Madrid y continuar sus trabajos literarios.

Aumentó en 1830-33 la Coleccion de poesias selectas castellanas con dos tomos de poesíaépica antigua y con diferentes ilustraciones, y en el primero de esos años dió tambien á luz eltomo segundo de sus Vidas de españoles célebres.

En 1833 le restablecieron en su empleo de Secretario de la Interpretacion de lenguas, y volvióá los honores de que le despojaron en 1823. Cuando el Estatuto Real, en 1834, fué elevado á ladignidad de Prócer del Reino, y al año siguiente le nombraron Ministro del Consejo Real. FuéSenador diferentes veces, siéndolo vitalicio cuando cesó esta institución en 1854. Volvió desde1836 á ser Presidente de la Direccion de Estudios; cuando ésta se convirtió en Consejo deInstruccion pública fué nombrado Presidente de dicho cuerpo; y aunque tenia concedida sujubilacion desde 1851, continuó hasta su muerte ejerciendo este cargo por disposicion delGobierno.

En 1840 fué nombrado Ayo instructor de la Reina Doña Isabel, cargo que renunció tres añosdespues á consecuencia de la reaccion política que hubo entonces.

Por aquel tiempo escribió por encargo superior el Manifiesto del Gobierno españolcontestando á la alocucion de Su Santidad de 1º de Marzo de 1840,.y redactó tambien en sumayor parte todas las proclamas y manifiestos hechos por los gobiernos liberales que hubo enEspaña desde la Junta Central hasta la Regencia del duque de la Victoria. Entre estos documentoshay uno cuyo título es: El Consejo de Regencia de España é Indias á los americanos españoles,al cual, sin duda alguna, se refiere el distinguido historiador señor Ferrer del Río en el artículoque va al frente de las Obras completas de Quintana publicadas en 1852 en el tomo diez y nuevede la Biblioteca de Autores españoles. El de la Historia de Cárlos III, despues de tributar unhomenaje de admiracion á Quintana, dice en el citado artículo: «Al señor Quintana se atribuyetambien el manifiesto de la Junta central á los americanos en que se les llamaba á entrar en lacondicion de hombres libres, como si hasta entonces hubieran sido esclavos...» Quintana escribióefectivamente ese manifiesto en Febrero de 1810, cuyo documento, como todos los demás queredactó, fué revisado y aprobado por el Gobierno.

El reproche que parecen encerrar las palabras como si hasta entonces hubieran sido esclavos,escritas por una pluma tan autorizada como la del señor Ferrer del Río, hace necesario trascribiraquí íntegro el manifiesto aludido para que se pueda juzgar con entero conocimiento de causa.Hé aquí su copia literal:

«El Consejo de Regencia de España é Indias á los americanos españoles.- Apenas el Consejo de Regencia recibiódel Gobierno que ha cesado, la autoridad que estaba depositada en sus manos, volvió su pensamiento á esa porcioninmensa y preciosa de la Monarquía. Enterarla de esta gran novedad, explicar los motivos que la han acelerado,anunciar las esperanzas que promete, y manifestar los principios que animan á la Regencia por la prosperidad ygloria de esos países, han sido objetos de su primer cuidado en esta memorable crísis, y va á desempeñarlos con lafranqueza y sinceridad que nunca más que ahora debe caracterizar en los dos mundos á las almas españolas.- Unaserie no interrumpida de infortunios habia desconcertado todas nuestras operaciones desde la batalla de Talavera.Desvaneciéronse en humo las grandes esperanzas que debieron prometerse en esta célebre jornada. Muy pocodespues de ella, el florido ejército de la Mancha fué batido en Almonacid. Defendiase Gerona; pero cada dia seimposibilitaba más un socorro que con tanta necesidad y justicia se debia á aquel heróico teson, que dará á susdefensores un lugar sin segundo en los fastos sangrientos de la guerra. A pesar de prodigios de valor, el ejército deCastilla habia sido batido en la batalla de Alba de Tormes y Tamames, y con este revés se habia completado eldesastre anterior de la accion de Ocaña, la más funesta y mortífera de cuantos hemos perdido.-Sin fortuna no haycrédito ni favor. Dudábase ya en la Nacion si el cuerpo encargado de sus destinos era suficiente á salvarla. Todoslos resortes del Gobierno habian perdido su elasticidad y su fuerza. Las providencias eran, ó equivocadas, ó tardey mal obedecidas. La ambicion de los particulares, la de los cuerpos se habia excitado hasta un punto extraordinario,y se habia puesto en una contradiccion más ó ménos abierta con la autoridad. Hasta los más moderados decian queun Gobierno compuesto de tantos individuos, todos diversos en caracteres, en principios, en profesion, en intereses,todos atendiendo á un tiempo á todas las cosas grandes y pequeñas, no podia pensar con sistema, deliberar consecreto, resolver con unidad, ni ejecutar con presteza. Pocos en número para las grandes discusiones legislativas;excesivamente muchos para la accion, presentaban todos los inconvenientes de una autoridad combinada ménospor el saber y la meditacion política, que por el concurso extraordinario y fortuito de las circunstancias que hanmediado en nuestra singular revolucion.-El voto público, pues, era de que el Gobierno debia reducirse á elementosmás sencillos. La misma Junta Suprema, persuadida de esta verdad, habia ya anunciado esta mudanza, y laspróximas Córtes extraordinarias, cuya convocacion se habia acelerado, debian determinarla y establecerla con lasolemnidad consiguiente á su augusta representacion. El Gobierno que ellas formasen, y los recursos y arbitrios quenecesariamente brotarian de su seno, debian restablecer la confianza y con ella restituirnos al camino de lafortuna.-Los acontecimientos no han consentido que las cosas llevasen este órden. Recelosos los franceses de losefectos saludables de esta gran medida, agolparon todo el grueso do sus fuerzas á las gargantas de Sierra Morena.Deféndíanlas los restos de nuestro ejército batido en Ocaña, no rehecho todavía de aquel infausto revés. El enemigorompió por el punto más débil, y la ocupacion de los otros se siguió instante, á pesar de la resistencia que hicieronalgunas de nuestras divisiones, dignas de mejor fortuna. Rota, pues, la valla que habia al parecer contenido á losfranceses todo el año anterior para ocupar á Andalucía, se dilataron por ella y se dirigieron á Sevilla.-Brotó entoncesel descontento en quejas y clamores. La perversidad, aprovechándose de la triste disposicion en que se hallaban losánimos, agitados por el terror, comenzó á pervertir la opinion pública, á extraviar el celo, á halagar, la malignidady á dar rienda á la licencia. Habia puesto en ejecucion la Junta la medida que ya anteriormente tenia acordada detrasladarse á la Isla de Leon, donde estaban convocadas las Córtes, pero en el viaje la dignidad de sus individuosy el respeto. debido á su carácter, se vieron más de una vez expuestos al desaire y al desacato. Aunque pudieronpor fin, reunirse en la Isla y continuar sus sesiones, la autoridad, ya inerte en sus manos, no podia sosegar laagitacion de los pueblos ni animar su desaliento, ni hacer frente á la gravedad y urgencia del peligro. Terminó, pues,la Junta el ejercicio de su poder con el único acto que ya podia atajar la ruina y disolucion del Estado; y establecidopor un Real decreto de 29 de Enero de este año el Consejo de Regencia, resignó en él el depósito de su soberanía,que ella legítimamente tenia, y que ella sola en la situacion presente podía legítimamente trasferir.-Tales han sidolas causas de la revolucion que acaba de suceder en el Gobierno español: revolucion hecha sin sangre, sin violencia,sin conspiracion, sin intriga; producida por la fuerza de las cosas mismas, anhelada por los buenos y capaz derestaurar la Patria, si todos los españoles de uno y otro mundo concurren enérgicamente á la generosa empresa.-Yael buen resultado de las operaciones en estos primeros días son un presagio de buena fortuna para en adelante.Fiados los enemigos en el abandono en que suponían hallarse los puntos de la Isla y Cádiz, codiciosos de tan ricapresa, se habían arrojado á devorarla con su celeridad impetuosa. La marcha del ejército de Extremadura, al mandodel General Duque de Alburquerque, ha desconcertado sus designios, y á despecho de su diligencia y su pujanza,se hallan hoy nuestros valientes guerreros cubriendo estas interesantes posiciones, que están seguras de todoatentado. La confianza se restablece en las provincias, nuevos ejércitos se forman y los generales mejores estánpuestos á su frente. Así los franceses, que creyeron cortar el nervio de la guerra con la ocupacion de la Andalucía,se ven burlados en su esperanza, y á su espalda, á su frente, á sus costados, bajo sus piés mismos la ven renacer yarder con más violencia que al principio.-Sobra, españoles americanos, á vuestros hermanos de Europamagnanimidad y constancia para contrarestar los reveses que les envie la fortuna. Cuando declaramos la guerra sinejércitos, sin almacenes, sin arbitrios, sabiamos bien á lo que nos exponiamos, y vimos bien la terrible perspectivaque se nos presentaba delante. No nos arredró entonces, no nos arredra tampoco ahora; y si el deber, el honor y lavenganza no nos dejaron en aquel día otro partido que la guerra, no queda otro partido que la guerra á los españolesque escuchan las voces de la venganza, del honor y del deber.-Contó siempre la Patria con los medios de defensaque proporciona la posicion topográfica de la Península; contó con los recursos inagotables de la virtud y constanciade sus naturales, con la lealtad acendrada que los españoles profesan á su Rey, con el rencor inacabable que losfranceses inspiran; contó con los sentimientos de la fraternidad americana, igual á nosotros en celo y en lealtad.Ninguna de estas esperanzas la ha engañado; con ellas piensa sostenerse en lo que resta de la tormenta, y con ellas,¡oh americanos! está segura de la victoria.-Que no es dado al déspota de la Francia, por más que todo lo presumade su enorme poderío, acabar con una Nacion que desde el Occidente de Europa se extiende y se dilata por elOcéano y el Nuevo Continente hasta las costas de Asia. Degradada, envilecida, atada de piés y manos la entregaroná discrecion suya los hombres inhumanos que la vendieron. Mas gracias á vuestra resolucion magnánima y sublime,gracias á vuestra adhesion leal y generosa, no nos pudo subyugar en un principio, no nos subyugará jamás. Sussatélites armados entrarán en una ciudad, ocuparán una provincia, devastarán un territorio. Mas los corazones, sontodos españoles, y á despecho de sus armas, de sus victorias, de su insolencia y su rabia, el nombre de FernandoVII será respetado y obedecido en las regiones más ricas y dilatadas del universo.-Será bendecido tambien, porqueá este nombre quedará siempre unida la época de la regeneracion y felicidad de la Monarquía en uno y otro mundo.Entro los primeros cuidados de la Regencia, tiene un principal lugar la celebracion de las Córtes extraordinarias,anunciadas ya á los españoles, y convocadas para el dia 1º del próximo Marzo. En este gran Congreso cifraban losbuenos ciudadanos la esperanza de su redencion y su felicidad futura. Y si los sucesos de la guerra obligan á dilataresta gran medida hasta que pueda realizarse con la solemnidad y seguridad conveniente, esta misma dilacion ofreceal nuevo Gobierno la oportunidad de dar al próximo Congreso nacional, la representacion completa del vastoimperio cuyos destinos se lo confian.-Desde el principio de la revolucion, declaró la Patria esos dominios parteintegrante y esencial de la Monarquía española. Como tal, le comprenden los mismos derechos y prerogativas queá la Metrópoli. Siguiendo este principio de eterna equidad y justicia, fueron llamados esos naturales á tomar parteen el Gobierno representativo que ha cesado: por él la tienen en la Regencia actual; y por él la tendrán tambien enla representacion de las Córtes nacionales, enviando á ellas Diputados, segun el tenor del decreto que va ácontinuacion de este Manifiesto.-Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados á la dignidad dehombres libres; no sois ya los mismos que ántes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantesestábais del centro del poder; mírados con indiferencia; vejados por la codicia, y destruidos por la ignorancia. Tenedpresente que al pronunciar ó al escribir, el nombre del que ha de venir á representaros en el Congresonacional,'vuestros destinos ya no dependen; ni de los Ministros, ni de los Vireyes, ni de los Gobernadores, estánen vuestras manos.-Es preciso que en este acto, el más solemne, el más importante de nuestra vida civil, cada electorse diga á sí mismo: á este hombre envio yo, para que unido á los representantes de la Metrópoli haga frente á losdesignios destructores de Bonaparte; este hombre el que ha de exponer y remediar todos los abusos, todas lasestorsiones, todos los males que han causado en estos países la arbitrariedad y nulidad de los mandatarios delGobierno antiguo; éste es el que ha de contribuir á formar con justas y sábias leyes un todo bien ordenado de tantos,tan vastos y tan separados dominios; éste, en fin, el que ha de determinar las cargas que he de sufrir, las gracias queme han de pertenecer, la guerra que he de sostener, la paz que he de jurar.-Tal y tanta es, españoles de América, laconfianza que vais á poner en vuestros Diputados. No duda la Patria, ni la Regencia que os habia por ella ahora,que estos mandatarios serán dignos de las altas funciones que van á ejercer. Enviadlos, pues, con la celeridad quela situacion de las cosas públicas exige; que vengan á contribuir con su celo y con sus luces á la restauracion yrecomposicion de la Monarquía; que formen con nosotros el plan de felicidad y perfeccion social en esos inmensospaíses, y que concurriendo á la ejecucion de obra tan grande, se revistan de una gloria, que sin la revolucionpresente, ni España, ni América, pudieron esperar jamás. Real Isla de Leon 14 de Febrero de 1810.-Javier Castaños,Presidente.-Francisco de Saavedra.-Antonio Escaño.-Miguel de Lardizabal y Uribe.»

Tal es la copia literal del manifiesto en cuestion. Cuando en 1811 fué nombrado QuintanaSecretario de la Real Cámara y Estampilla, cargo de una importancia tan alta, algunos envidiososó despechados, quizás por no haber conseguido la confianza del Gobierno, se enconaron de talmanera contra Quintana tachandole de una ambicion tan absurda como lejos de su ánimo, quejuzgó necesario presentar la dimision de aquel cargo, como he dicho ya en otro lugar, por decoropropio y por no exponer al Gobierno á oposiciones y murmuraciones inconvenientes en aquellosmomentos políticos: dimision que aceptó el Gobierno en los términos más lisonjeros y honrosospara Quintana, y en vista solamente de la insistencia con que fué presentada. Los criticones deaquellos tiempos le tacharon ciertas frases de ese Manifiesto citado, y otras tambien de laproclama dirigida por la Junta superior de Cádiz á los americanos; tal fué el encono y el venenoque sus detractores pusieron en los ataques, que despues de su dimision Quintana dió al públicoen Julio de 1811 un folleto impreso en Cádiz, bajo el título de Contestacion de D. Manuel JoséQuintana á los rumores y críticas que se han esparcido contra él en estos dias. Su extension nopermite copiarle aquí integro, pero creo, sin embargo, oportuno hacer un extracto y copiaralgunos párrafos que se relacionan con esos manifiestos.

Empieza este folleto con una breve advertencia, expresando las razones que le obligan ápublicar el escrito para vindicar su estimacion personal, siguiendo luego las copias íntegras dela dimision y de la aceptacion del Gobierno. Vienen despues algunas Reflexiones dirigidas á loshombres sensatos, uno de cuyos párrafos dice así:

«En cuanto ó la ignorancia y mala fe con que han sido atacados y destrozados los papeles delGobierno, de cuya extension se me supone haber sido encargado, no citaré más que dos ejemplos,y elegiré aquellos á que se ha dado más trascendencia y en que se ha puesto más intencion. Seha dicho que la proclama primera de la Regencia pasada á los americanos, habia contribuido ála insurreccion de aquellos países con estas frases imprudentes é impolíticas: Desde estemomento, españoles americanos, os veis elevados á la dignidad de hombres libres: vuestrosdestinos ya no dependen ni de los Ministros, ni de los Vireyes, ni de los Gobernadores; están envuestras manos. No hay duda que si la proclama se dirigiese á esto sólo y no tuviera un objetoque da á estas expresiones un sentido enteramente contrario al que los acusadores presentan,tendrían tanto de impolíticas como de imprudentes, ó por mejor decir, serían absurdas. Pero estemétodo de censurar, sacando las frases del lugar donde están puestas, prescindiendo de lo quehay ántes y despues de ellas, descoyuntándolas y torciendo su sentido, es conocido mucho tiempohace en el mundo por todos aquellos que llevan una intencion igual á la que han mostrado misdignos detractores, y también despreciado y detestado por cuantos tienen un juicio recto y uncorazon sano. ¿Era impolítico, pregunto, reconocer la igualdad política de los americanos connosotros y llamarlos á la Asamblea legislativa de la nacion? Si no lo era, ¿cómo puede tacharsede impolítico decirles que desde el momento en que se los llamaba al ejercicio de este derechoadquirian una dignidad que ántes no tenian? ¿De quién dependen los destinos de un pueblo? Delas leyes. ¿Quién hace las leyes en un Estado que tiene una Representacion nacional? Losrepresentantes. Luego los destinos de los americanos llamados al ejercicio do esta representacionno dependia ya de los Ministros, ni de los Vireyes, sino de los representantes que nombrasen.Hablóseles así para dar á este nombramiento toda la importancia que en sí tiene, y para queempezasen á disfrutar en esperanza de la libertad política y civil que ellos y nosotros íbamos álograr con la institucion de las Córtes. Podrán, pues, estas frases tener todos los vicios que sequieran; pero el de imprudentes é impolíticas, supuesto el objeto de la proclama en que se hallan,difícil será hacerlo creer, á ménos de probar tambien que era imprudente é impolítico convocarlas Córtes y llamar a ellas Diputados de la nacion española.»

El párrafo que se refiere á la otra proclama, dice: «Se ha tachado tambien como escandalosoeste pasaje de la proclama de la Junta superior de Cádiz á los americanos: Sin convulsion, sinagitacion, sin tumulto, con el decoro y concierto que corresponde á hombres libres y fuertes, hansido elegidos por todos los vecinos, escogidos de entre todos, los individuos que componen laJunta superior de Cádiz; Junta cuya formacion deberá servir de modelo en adelante á los pueblosque quieran elegirse un Gobierno digno de su confianza. Los acusadores dirán si era impropiode las circunstancias en que la Junta hablaba á los americanos, decirles que no era un cuerpofaccioso y tumultuariamente elegido, y que podrian tener confianza en que lo que les decia erala expresion del pueblo de Cádiz, á quien entónces legítimamente representaban. Dirán tambiensi un pueblo que haya de elegir un Gobierno digno de su confianza, deberá proceder á la eleccionen convulsion y en tumulto, dirigido y fascinado por la voluntad de unos pocos, eligiendo entreestos solos y no de la generalidad de los representados. Aun ahora que no se conoce másrepresentacion popular que la de las Córtes, en el Reglamento dado por éstas á las Juntas deprovincia, las elecciones de sus individuos son populares, como es preciso que lo sean, para quesu administracion tenga la confianza del pueblo. Acusar, en fin, una y otra proclama de habercontribuido á los disturbios de la América, cuando antes de llegar allá, los más de los paíseslevantados estaban ya en combustion, es un despropósito que manifiesta en quien lo escribe, laignorancia más crasa ó la intencion más inícua.»

Extiéndese luego en otras varias consideraciones, y ántes de terminar dice: «Nadie más queyo está persuadido de los muchos defectos de composicion y de estilo que hay en mis escritos;y mucho más en los que, como proclamas, manifiestos y otros papeles del Gobierno, se escribenprecipitadamente en un momento para darlos a la prensa en el siguiente, sin lugar para enfriar elespíritu y proceder á su correccion con la serenidad y desahogo necesario; pero esos defectos sillaman con razon la severidad de la crítica, no dan ni deben dar ocasion al furor de los insultos.Mi pluma (perdóneseme este desahogo, tal vez inmodesto, á que el encono injusto de misenemigos me impele á pesar mio), mi pluma dedicada siempre á tareas útiles y honestas, y nuncadegradada con la adulacilon ni la bajeza, ha sabido implorar la libertad antes de que llegase ánosotros; y despues de conseguida la ha proclamado y sostenido con el mismo ardor que primero.En verso, en prosa, sea que haya escrito como particular, sea como encargado del Gobierno, misideas, mis principios, mi lenguaje, han sido siempre unos mismos; y harto será que estosprincipios y estas ideas no ofendan más á mis adversarios que la contestura de mis frases. Elamor de mi patria, el de su libertad é independencia, el deseo de que nuestras cosas parezcanbellas y grandes entre propios y extraños, son los númenes que me han inspirado en todostiempos. He procurado segun mis fuerzas dar á nuestra revolucion y á sus hechos aquel aspectode grandeza y majestad que es inseparable de su noble principio y heróica duracion: y á buenseguro que ninguna de mis obras, ninguna de mis expresiones sirva á los enemigos de texto ócontraprueba para vilipendiar nuestra causa sublime y escarnecer sus defensores.»

Este escrito, impreso hace más de sesenta años, es tal vez ignorado de la generalidad: hecreido deber trascribirle aquí, no como un acto de vindicacion, sino por la razon que ya hemanifestado; tanto más, cuanto que esa clase de papeles se leen siempre con interés.

Quintana ha sido encargado tambien de algunos otros trabajos de importancia histórica, nosólo por los Gobiernos liberales, sino por los Gobiernos moderados, que siempre han respetadoy tenido en mucho su nombre. Hará unos veinte años, bajo el Gobierno presidido por el Excmo.Señor Duque de Valencia, se nombró á Quintana presidente de la Comision creada por aquelmismo Gobierno para refutar los errores en que hubiesen incurrido autores extranjeros al tiempode escribir sobre los sucesos del alzamiento y guerra de la Independencia; entre estos erroresfiguraban prominentemente los cometidos por M. Thiers en los tomos X y XI de su obra ElConsulado y el Imperio, en la parte relativa á la campaña y batalla de Bailen; Quintana fué elencargado de redactar la Memoria que debia preceder á la historia de esta batalla.

Estimado del público, honrado por sus amigos, querido de su familia y respetado de todos,deslizábanse los últimos años de su existencia tranquilos y felices, cuanto en lo humano puedenserlo; con ese dulce bienestar que proporciona la conciencia del hombre que, como él, jamás hizomal á nadie, y ha cumplido con su deber, con la sociedad y con su patria, sin una mancha en sularga vida como hombre político, sin un recuerdo amargo, dudoso, en su vida privada. Dedicadohasta en sus últimos días al estudio, y escribiendo de vez en cuando alguna composicion literariaque le pedian para el album de alguna señora, pasaba su vida con un órden inalterable:levantábase á las siete de la mañana, y español en todo, se desayunaba con una gran jícara dechocolate; á las once tomaba lo que él llamaba un refrigerio; á las tres comia; después dormia lasiesta un par de horas, y á las siete de la noche tomaba el té. Hácia aquella hora comenzaban állegar los amigos de su más íntima confianza, y poco después sentábanse tres de ellos y Quintanaa jugar al tresillo hasta las doce; los tresillistas eran invariablemente D. Agustin Rodriguez, elgeneral Sancho y el general Labastida; los demás, entre los cuales figuraban Gallego, Lista,Durán, Comyn, Lardizabal, D. Martin de los Heros y otros muchos, cuyos nombres seria prolijoenumerar, unos miraban jugar, otros hablaban, y todos en general cultivaban y guardaban entresí aquella dulce amistad que tantos años de antigüedad contaba. Recuerdo, á propósito de esto,que una noche se entabló debate algo animado acerca de un asunto político entre Quintana ycierto general, cuyo carácter altivo y dominante le hacia siempre descomponerse en cualquieradiscusion; aquella debia tener alguna importancia, puesto que Quintana le dijo, para concluir, queseria preciso, si continuaba así, que sus relaciones de amistad terminasen; á lo cual el generalenmudeció de repente, y precipitándose con los brazos abiertos hácia Quintana: Eso no, le dijocon voz conmovida y en medio de un silencio sepulcral; eso nunca, Sr. D. Manuel; una amistadde sesenta años no se rompe más que con la muerte.» ¡Sesenta años de amistad contaban! La vidaregular de cualquier hombre.

En medio de su retiro y alejado de toda vida de accion, vino á sorprenderle la honra másinsigne que ha podido jamás concederse al talento y á la virtud cívica: me refiero á su coronacionpública y solemne, verificada el domingo 25 de Marzo de 1855 en el salon del Senado. Esteacontecimiento, único en los anales de España, y que sólo ha tenido un ejemplo en la historia,merece, por su alta honra y por su misma solemnidad, detenerse en algunos detalles dignos demencionarse. Mas como mi posicion especial no me permitiria extenderme en ello sin pasar talvez por inmodesto, y como, por otra parte, el no hacerlo seria dejar un claro en esta biografía,extractaré algunos párrafos de un notable artículo, debido á la pluma del distinguido escritor D.Vicente Barrantes.

«...Representábase á la sazon (13 de Setiembre de 1854) en el teatro de Variedades la magníficatragedia de Quintana que lleva por título Pelayo, y de aquí tomaron pié los escritores de La Iberiapara un notabilísimo artículo que hizo estremecerse de alegría á todos los amantes de las gloriasde España. No hay una línea en él que no esté dictada por el más puro patriotismo.Incomprensible parece á primera vista que en una época de descomposicion, época dominada,como es natural, de pasiones ruines y de bastardos pensamientos, pudiera tanto el amor al artey á la gloria patria en escritores periodistas, que les hiciese apartar un momento su atencion delas mezquindades públicas; pero con decir que los redactores de La Iberia eran jóvenes y eranpoetas, está dicho todo en nuestro entender.»

Aquí copia el Sr. Barrantes el artículo, notable por más de un concepto, que publicó La Iberiaen su número 76, correspondiente al 14 de Setiembre de 1854, el cual no trascribo por razonesfáciles de comprender. En ese artículo que, como dice el mismo Sr. Barrantes es «una de las másbrillantes páginas de la historia del periodismo español,» se inició el pensamiento de lacoronacion.

«Unánimes clamores de aprobacion, continúa el señor Barrantes, acogieron tan entusiasta ypatriótico escrito, que el alto mérito de D. Manuel José Quintana es como la luz que no hay quienla niegue... No hubo una voz que contra el artículo de La Iberia se alzase; nadie creyó excesivoel premio del Tasso para tan gran poeta; ni áun la novedad del pensamiento chocó á nadie»...«Fraternalmente unida la prensa desde la revolucion, que ella acababa de provocar y consolidar,acogió el propósito de La Iberia con tanto entusiasmo como el público, sin que la prensa deprovincias le fuera en zaga. Nunca se ha visto unanimidad semejante en los hombres de letras,en los políticos y en todo el mundo. Esto, mejor que largos panegíricos prueban el mérito insignedel poeta y la oportunidad del pensamiento de coronarle. Verificábase por acaso en la redaccionde Las Novedades el mismo dia que La Iberia publicó su artículo, una junta de periodistas paratratar de las cosas públicas; á ella concurrió D. Pedro Calvo Asensio, y ántes que la junta se dierapor terminada, llamó la atencion de todos hácia el proyecto de La Iberia suplicando á suscompañeros que le ayudasen á realizarlo. Acordáronse inmediatamente todos en cuanto á laforma en que se habia de hacer con Quintana la muestra de gratitud nacional; y pareciendo lacoronacion pública la más solemne, nombróse allí mismo una Comisión que allegara los mediosy preparase la ceremonia»... «Cuando al siguiente dia se dió publicidad al nombramiento de laComision y á alguno de los proyectos que ya tenia concebidos, subió de punto el entusiasmo, quecedia algun tanto por el temor de que sufriera tan buen proyecto la suerte de casi todos los queen España se conciben. Encabezadas las listas de suscricion con nombres y con sumasrespetables, pudo la Comision empezar sus trabajos por su natural principio que lo eraindudablemente la corona de oro que habia de ceñir las sienes de Quintana.»

La Comision dirigióse tambien, como era natural, al Gobierno, del cual era Presidente el Sr.Duque de la Victoria, hoy Príncipe de Vergara, invitándole á que autorizase tan solemne acto ypusiese el laurel de oro en las sienes del poeta. El Sr. Duque contestó: «Con mi dinero y con mipersona puede contar la Comision para todo aquello que redunde en honra y gloria de nuestroinsigne vate.» Más tarde, cuando la Comision le visitó por segunda vez, indicó á los individuosque componían aquella, que para dar mayor solemnidad al acto debia coronar al poeta el Jefe dela nacion, la Reina misma. Así decidido, la Comision acompañada del Presidente del Consejode Ministros se presentó á S. M., y la Reina, al saber el objeto que llevaba, se apresuró áresponder que «amaba á Quintana, no sólo como á su ayo y maestro, sino tambien como alingenio más grande de su reino; que estaba pronta á coronarle cuando la Comision lo dispusiera,y que, como habia manifestado á Espartero de antemano, deseaba costear la corona de los fondosde su casa.» Este deseo de la Reina no podía realizarse, pues la corona debia costearse con losfondos de la suscricion nacional, puesto que era la nacion la que daba aquel premio á Quintana,y no podía individualizarse; además, que la suscricion estaba ya muy adelantada. Sin embargo,la Reina no desistió de su propósito, y ya que no pudo costear la corona, costeó una magníficabandeja de plata, admirable por su mérito y su valor, con la siguiente inscripcion: Isabel II á sumuy querido ayo y maestro Quintana, además de figurar como suscritora á la corona por unacrecida suma. La inscripcion de la corona dice: Al gran Quintana la prensa periódica, losamantes de las glorias de España, la nacion entera, 1855. Ambas joyas están depositadas, pordisposicion testamentaria de Quintana, en la Academia de la Historia.

La coronacion tuvo lugar ante una concurrencia tan escogida como numerosa, donde estabanrepresentadas todas las clases sociales. Despues que los Reyes hubieron entrado, en el salon ytomado asiento en el solio, D. Pedro Calvo Asensio, prévia la vénia real, subió á la tribuna y leyócon voz elocuente y sonora un magnífico discurso en honor del patricio y del poeta. Muchodesearia trascribirle aquí, pues lo merece por más de un concepto, mas temo alargar demasiadoesta biografía, algo extensa ya. El discurso se halla impreso en la Corona poética que hemencionado ántes, y le reprodujeron además casi todos los periódicos de aquellos días.Terminado el discurso, Quintana, apoyado en los Sres. Martinez de la Rosa y general Infante, quele servian de padrinos en la ceremonia, llegó al pié del trono, y la Reina al ceñir en sus sienes lacorona de oro dijo: «Yo me asocio á este homenaje en nombre de la patria como Reina, ennombre de las letras como discípula.» Acto contínuo leyó Quintana el siguiente discurso:«Señora: Me levanto de los piés de V. M. condecorado por su mano con una insignia poética tanhonrosa para mi como inesperada. Nada diré de mi agradecimiento, porque es inmenso y de todopunto inexplicable. Pero sí manifestaré la sorpresa ó más bien el rubor que siento en mí alconsiderar el lugar en que estoy y el magnífico concurso y aparato que me rodea.

«Sé muy bien, Señora, que yo no merezco tanto. Sé bien, cuán lejos estoy de aquellos grandespoetas que dieron tanto esplendor á nuestra literatura en los tres siglos anteriores. Reconozcosinceramente el superior talento de los que en nuestros dias cultivan con tanto aplauso el campode las musas castellanas. ¿De dónde ó cómo podia yo imaginarme, ni áun en sueños, que alerigirse en honor del arte y del ingenio este gran trofeo nuevo en España, el lauro prometido enél habia de buscar las sienes de un anciano, ya puede decirse olvidado y entregado todo alsilencio y al retiro?

«Tan extraña preferencia es difícil de explicarse: ¿se intenta acaso hacerlo por la elevacionde los talentos ó por la perfeccion de los escritos? En mi entender es más natural atribuirlo á unarazon ménos expuesta á dificultades y dudas y sobre todo enteramente inofensiva. Este es,Señora, el triste privilegio de los años.

«Medio siglo va á hacer que por estos mismos dias se alzó en Madrid el pendon de la libertady de la independencia española. Entónces fué cuando se empezaron á fundar los cimientos de esetrono constitucional en que V. M. está sentada. Desde entónces pudieron los españoles decir quetenían patria. Yo, Señora, soy de los escritores que hoy viven, el único tal vez que asistió á aquelgrande movimiento. Yo que habia invocado á mi patria con los más fervientes deseos cuando noexistía, la saludó con himnos de gozo y de entusiasmo cuando la vi aparecer. Yo la he seguidoconstantemente en todas las vicisitudes de su fortuna cayéndome con ella, levantándome con ella,consagrándola todos los esfuerzos de mi actividad, todas las potencias de mi alma.

«Quizá el recuerdo de aquellos gloriosos dias ha dado origen ahora á la solemnidad presente.En tal concepto, era, más bien es una ceremonia cívica que la coronacion de un poeta. V. M.,autorizándole. con su augusta presencia y tomando en ella la parte que se ha dignado tomar, daun insigne ejemplo de amor y aficion á las bellas artes, y al mismo tiempo una muestra amabley generosa de benevolencia y favor á su antiguo Ayo que dirigió las lecciones de su juventudprimera; los jóvenes escritores que han concebido este pensamiento feliz, han manifestado suexcesivo aprecio al viejo precursor de sus estudios y tareas; y el numeroso y brillante concursoque me escucha, ha honrado con su asistencia á este acto la carrera de un escritor liberal, que haprocurado siempre ser español á toda prueba, y que saluda á sus indulgentes favorecedores contoda la efusion de su alma, y se despide tan agradecido como confundido con los honores que sele han prodigado en este dia.»

Seria prolijo enumerar los plácemes y congratulaciones que con motivo de esta solemnidadrecibió Quintana de diversas partes de Europa y de las Américas todas. Él solía decir que si aquelacto hubiera tenido lugar cuando era jóven, le hubiera matado el júbilo, añadiendo en tono debroma que con él se hacia como con el santo de la procesion, que se le viste y adorna, se le sacapor las calles, y luego se le vuelve á la iglesia, le desnudan y nadie vuelve á acordarse de él. Esto,como se comprenderá fácilmente, era hijo de su modestia.

Por aquellos días presentaron algunos diputados una proposicion pidiendo al Congreso seabriera un crédito al Gobierno con objeto de costear un gran cuadro que representase el acto dela coronacion; el dia 20 de aquel mismo mes se dió cuenta á las Córtes de aquella proposicion,y fué aprobada por unanimidad. Consecuentemente se abrió un concurso y fué elegido para suejecucion el distinguido pintor D. Luis Lopez, el cual hizo el cuadro (que por cierto Quintana nopudo ver acabado), cuyo lienzo se halla arrinconado en una de las habitaciones del Ministerio deFomento.

Desde el dia de su coronacion hasta el de su muerte, ocurrida dos años después, Quintana nosalió á la calle sino una sola vez; su salud iba perdiendo visiblemente, y la vida sedentaria quehacia precipitaba su fin. Su espíritu, sin embargo, no decayó ni un solo instante; su humorcontinuaba el mismo, y su amor al estudio era tal, que sentado en la cama, que guardó porespacio de treinta y siete dias, leia con luz artificial.

El 11 de Marzo de 1754 nació Melendez Valdés; el 11 de Marzo de 1857 fué el último de lavida de Quintana. Ocho dias ántes de su muerte confesó con el cura de la parroquia, y comulgóante una concurrencia bastante numerosa. Terminada la ceremonia de los Santos Sacramentos,él mismo pidió al sacerdote la mano que besó diciendo: «para que todo sea completo.» Su muertefué la del justo, tranquila y serena como fué el último período de su vida, sin remordimientos,sin timidez, ni tampoco desprecio; conservó sus sentidos hasta el postrer momento, y solamentetuvo la noche ántes un corto delirio, en el cual parecia hablar con la Reina, con Argüelles y conotros amigos suyos; despues se durmió... ¡era el último sueño que dormia en vida!... al despertará la misma hora que solia siempre hacerlo, ántes de las siete, preguntó como tenia de costumbretodas las mañanas: ¿Qué hora es? Estas fueron sus últimas palabras.

Su cadáver, embalsamado por los doctores Velasco, de Pedro y Benavente, estuvo expuestoal público en su misma casa durante tres dias, y á su entierro un inmenso concurso se agolpabay seguia el cortejo fúnebre á pesar de la lluvia que caia. Sus restos descansan en el cementeriode la Patriarcal, cuya Junta directiva dos años ántes le habia nombrado individuo honorario contodos los derechos anexos. Los funerales por el eterno descanso de su alma fueron costeados porla Reina.

Poco despues de su muerte se abrió una su suscricion nacional para erigir un monumento ásu memoria, nombrándose Presidente de la Comision al Excmo. Señor D. Salustiano de Olózaga;los fondos que se recaudaron con aquel objeto hace ya catorce arios ascienden á algunos milesde duros; mas el monumento aún no se ha erigido, no obstante el largo tiempo trascurrido.

Por disposicion testamentaria de Quintana, la corona de oro y la bandeja de plata sedepositaron en la Academia de la Historia, «donde, dice él mismo, ha de estar archivado eltestimonio legal de aquella solemnidad, por cuya razon espero que la Academia tenga la bondadde encargarse de dicho depósito.» También donó á la Academia de San Fernando un busto enbarro cocido del inmortal Jovellanos, obra del insigne artista D. Angel Monasterio, y á laAcademia Española un ejemplar de la obra escrita por su amigo el célebre lord Holland, sobreLope de Vega, «y espero igualmente, añade Quintana, que estos dos ilustres cuerpos aceptarángustosos estos dos legados, no por consideracion á mí, sino por el alto aprecio que se merecenlos nombres insignes que están consignados en ellos,» Dispuso tambien que los escritos suyoshallados á su fallecimiento fuesen revisados por personas competentes ántes de darlos á luz,inutilizándolos de todo punto si no correspondiesen á la buena opinion con que el público haquerido favorecerle.

Por mi parte he cumplido fielmente su voluntad.

El público le ha Juzgado hace ya medio siglo en su vida política y literaria; en cuanto á mí,séame permitido concluir diciendo que mi cariño hácia él fué siempre igual á mi admiracion ensu vida privada.

M. J. Q.

Las obras inéditas de D. Manuel José Quintana

En la precedente biografía escrita por persona muy allegada al insigne crítico, historiador ypoeta cuyas obras póstumas contiene este volúmen, se da razon de una circunstancia capaz deenaltecer la modestia de cualquiera, y más aún de quien llegó á conseguir en vida tan alto ymerecido renombre. Quintana logró ser como posteridad de sí mismo. Cuantos aplausos yhonores pueden halagar el amor propio de un varon ilustre, vinieron á lisonjear y endulzar suspostreros años. La envidia, siempre alerta para denigrar, enmudeció ántes de que él bajase á latumba. Hasta el hecho insólito de ser coronado por la heredera de cien reyes en públicaceremonia, habria justificado su orgullo haciéndole concebir altísima idea de las dotes queennoblecieron su espíritu. Y sin embargo, léjos de desvanecerse y engreirse con tan desusadostestimonios, de general estimacion, fió á extraño juicio el apreciar las obras que dejó inéditas,encareciendo en su testamento que no se diesen á la estampa sin prévio y maduro exámen.

Llamado á cumplir esta última voluntad del preclaro ingenio, merced á la benevolencia conque me han favorecido sus herederos y los editores del presente libro, tócame ante todo darlesgracias por tal distincion, aceptando desde luego á la faz del mundo la responsabilidad deldictámen que les ha inducido á publicarlo. Responsabilidad grande, sin duda, tratándose de unhombre como Quintana, y para mí tal vez mayor que para otro alguno, porque en ciertos puntoscapitales no están de acuerdo mis ideas con las del eminente repúblico. Pero esa mismaconsideracion me ha decidido á no esquivar el honroso encargo, persuadido de que si muchos mesuperan en condiciones á propósito para desempeñarlo con acierto, nadie pudiera aventajarmeen corresponder lealmente á semejante prueba de confianza.

Como respuesta á la consulta de si los escritos que Quintana dejó inéditos corresponden á sufama y son dignos de pública luz, haré algunas breves observaciones, más bien para explicar quepara justificar mi voto. No se crea que al efectuarlo voy á discurrir sobre las obras ya conocidasdel príncipe de nuestros modernos líricos. Personas competentes las han quilatado ántes de ahoracon madura reflexion, y por lo tanto seria inútil someter de nuevo á juicio su indisputado valer.Fuera de que áun aquellos que ménos confrontan con las opiniones del egregio vate, concuerdanen estimarlo como á legítima gloria de la edad presente. Mi objeto se reduce, pues, á manifestarpor qué razon he aconsejado á los editores que enriquezcan la literatura castellana con este libro.

Hay en él preciosas muestras de casi todos los géneros que cultivó y en que sobresalióQuintana; á tal punto, que si no se conocieran más producciones suyas que las impresas acontinuacion, bastarian para demostrar sus aventajadas prendas de poeta, de crítico, dehistoriador y publicista.

Las obras coleccionadas en este volúmen tienen tambien otra virtud que reduplica suimportancia. Cuando nos referimos á un hombre que superó á la mayor parte de sus coetáneosen los varios ramos en que ejercitó la pluma, y que al mismo tiempo intervino en los negociospúblicos, no ya como uno de tantos, sino desempeñando gran papel en memorablesacontecimientos, llamados á cambiar radicalmente la organizacion de la patria, mediante largaserie de revoluciones y de catástrofes, nada es indiferente para la generacion que le sigue.Apreciar cómo se desarrolla el ingenio de un poeta; conocer los elementos que contribuyeron áinflamar y fortalecer su númen; pesar en justa balanza lo que hay en él exclusivamente propio,y lo que es hijo de la atmósfera que respira; desentrañar el misterio de la íntima elaboracion desus creaciones, para descubrir la influencia que haya podido ejercer en otros poetas ó escritorescontemporáneos, es cosa de sumo interés, sin la cual nadie compondrá como corresponde unahistoria literaria. Pero aún tiene aplicacion más trascendental é inmediata (sobre todo en épocasde hondas transformaciones políticas y sociales) estudiar la vida de un famoso repúblico, deducirde sus propias obras las causas determinantes de la direccion de sus ideas, conocer con exactitud,por tan eficaz testimonio, su carácter, sus costumbres, el aprecio que le merecieron los hombrescon quienes vivió, su opinion relativa á los sucesos en que tomó parte. Árduo y difícil, peroineludible ministerio de la historia, es aleccionar á los futuros con ejemplos de lo pasado. No porvana curiosidad, sino con fines más altos y generosos, se investiga y depura lo acaecido en elteatro del mundo.

Consideradas desde ese punto de vista, las Obras inéditas de Quintana son de grandísimautilidad; pues sobre dar á conocer los primeros y últimos pasos del hombre ilustre en el floridoverjel de la inspiracion poética, descubren el fondo de su alma y dejan ver la sinceridad de sussentimientos, al tiempo mismo que proporcionan datos auténticos inapreciables para la historiacivil y política de nuestra nacion en la primera mitad del presente siglo.

Veinte abriles tenia Quintana cuando en1792 escribió en Mérida el romance titulado LaDiversion, que va al frente de sus poesías inéditas. Ochenta y cuatro años iba á cumplir cuandotrazó el galante epigrama con que terminan. Á pesar de lo ameno y festivo del asunto, aquellainspiracion juvenil muestra ya la madurez, el brio, la propension á filosofar característica en elcantor de la Imprenta y de la Vacuna. La afectuosa composicion dirigida Á la Señora Doña PilarSinués, aunque obra de un octogenario, no presenta señal ninguna capaz de argüirentorpecimiento en la vigorosa facultad poética del autor. Diríase que la Providencia divina sedignó escogerlo para ejemplo vivo y elocuente de la insenescencia del alma.

Tal vez piense alguien que no debieran figurar aquí todas las composiciones incluidas en estaprimera seccion del libro, ya por no ser algunas inéditas, ya porque otras que lo son distan muchoen importancia de las magníficas odas, epístolas ó canciones á que se debe la fama universal delpoeta.

Entre las poesías impresas en este volúmen hay, efectivamente, dos conocidas ya del públicoy que han corrido ántes de ahora en letra de molde: la Oda en la muerte de la Excma. Sra. DoñaPiedad Roca de Togores, Duquesa de Frias, y la Cancion epitalámica destinada á celebrar elenlace de Fernando VII con Su Majestad la Reina Doña María Cristina de Borbon. Ni una ni otrase incluyeron en las Obras completas de Quintana reunidas en el tomo decimonono de la selectaBiblioteca de Autores Españoles, con que el celoso, editor Rivadeneira ha levantado monumentoimperecedero á la literatura nacional. Ambas son muy bellas, y no cumplia dejarlas desperdigadasal formar esta coleccion de las obras póstumas del glorioso ingenio.

En cuanto á las varias escritas expresamente para honrar y engalanar el album de personasamigas del autor ó codiciosas de poseer algun rasgo de su pluma, claro está que por la índole delasunto no han de hombrearse con las odas Al Mar y Al armamento de las provincias españolascontra los franceses, ni competir con poesías como las dedicadas á Melendez, á Jovellanos ó áCienfuegos. Pero áun así merecen ser conocidas, ahora por lo gracioso y delicado delpensamiento, ahora por lo esmerado de la forma, tan elegante y sencilla como es impetuosa ygrandilocuente en sus himnos patrióticos. ¿No fuera injusto condenar á perpétuo olvidocomposiciones donde se ven á cada paso estrofas tan bien sentidas y versos tan numerosos cuallos siguientes, escritos á los setenta y seis años de edad Para el Album de la señora Marquesaviuda de Cerralbo?

«Bien quisiera tener para agradarte
Aquel vigor antiguo y aquel fuego
Que animaban mi pluma en otros dias
Y algunos lauros á mi frente dieron,
Cuando del mar en la tendida playa
Canté la gloria y el poder inmenso,
Alternando los sones de mi lira
Con el son de las ondas y los vientos,
Ó cuando rayos sin cesar lanzaba
Contra el poder del Déspota europeo,
Dando en defensa de la patria mia
Ecos de libertad, entónces nuevos.»

Parece mentira que entre el hielo de la vejez broten flores tan llenas del vigor y frescura dela juventud. Tenerlas en poco valdria tanto como despreciar la humilde y perfumada violeta,porque no ostenta la hermosura y majestad de la rosa.

Muchas composiciones inéditas de Quintana, las más extensas é importantes, están escritasen metros cortos, y muy particularmente en nuestro popular y característico romance octosílabo,del que ofrecen sólo un ejemplo sus Poesías en el dirigido Á una Negrita protegida por laDuquesa de Alba.

No hay para qué detenerse aquí á enumerar las excelencias del romance castellano. Cultivadoen su forma actual desde el siglo XVI elevado á su mayor auge en el primer tercio del XVII porversificadores tan diestros como Góngora, Cervantes, Quevedo y nuestros admirables dramáticosde aquella gloriosa era; manejado luego no infelizmente hasta por ingenios apegados á latradicion clásica y erudita, como Vaca de Guzman, cayó de su altura en el siglo XVIII, quedandoreducido á la mísera condicion de los llamados comunmente romances de ciego, pasto del ínfimovulgo. Su descrédito llegó á tanto, que un célebre preceptista, maestro de insignes poetas que handado brillo en nuestros dias á las musas españolas, se avilantó á decir del romance, en pleno sigloXIX y en obra encaminada á reformar los estudios, que «aunque venga á escribirle el mismoApolo, no le puede quitar ni la medida, ni el corte, ni el ritmo, ni el aire, ni el sonsonete dejácara,» asegurando que «el que lee u oye un romance menor, al instante, á la primera copla, seacuerda involuntariamente de las tonadas populares alternadas en estrofillas de la misma medida;y en llegando este caso, se acabó la ilusion épica ó lirica.» No era dado á Quintana participar detan erróneo dictámen, aunque su aficion y su gusto le llamaban á los modelos del clasicismogreco-romano. Quien declara con envidiable ingenuidad que Melendez fué el primero que pusoen sus manos los padres de la poesía castellana, el que le enseñó á juzgarlos sin desprecio injustoy sin fanatismo extravagante, mal podia confundir con las tonadas o jácaras, alimento poético dela plebe, la entonacion y arrebato lírico del romance en que su amigo y maestro cantóbriosamente La Tempestad:

«Tú eres, Señor, poderoso:
Sobre los vientos te llevan
Tus ángeles. de tu carro
Retumba la ronca rueda.
La desolacion le sigue,
Y el rayo su voz espera
Prestas las alas: lo manda,
Y el monte abrasado humea.»

En tanto que Melendez emulaba en La Tempestad el bello desorden de nuestros líricos másfogosos, demostrando así la virtud y docilidad del romance, Quintana, léjos de incurrir en laextravagancia que andando el tiempo resumió y de que se hizo eco Hermosilla, encarecia suspeculiares condiciones en el Prólogo anónimo que en 1796 puso al abreviado Romanceroincluido en la Coleccion de Poesías castellanas de D. Ramon Fernandez. Allí asegura que losromances fueron propiamente nuestra poesía lírica. «En ellos (dice) empleaba la música susacentos: ellos eran los que se oian en los estrados, y por las calles en el silencio de la noche, alson del harpa ó de la vihuela: ellos servian de incentivo á los amores, y tal vez de flechas á lasátira y la venganza: pintaban felizmente las costumbres moriscas ó las pastoriles, y conservabantambién la memoria del Cid y otros héroes señalados. En fin, más flexibles que los otros géneros,se plegaban á toda clase de asuntos, se ataviaban de un lenguaje rico y natural, se pintaban de unamedia tinta amable y suave, y presentaban por todas partes aquella facilidad, aquella frescura,propias solamente de un carácter original, sin violencia y sin estudio... Hay en los Romancerosmás expresiones bellas y enérgicas, más rasgos delicados é ingeniosos, que en todo lo demás denuestra poesia.»

Cincuenta y cinco años despues, cuando una revolucion literaria (no ménos audaz, aunquemás inocente y fructuosa, que su hermana la política) habia ya roto abiertamente con el reinanteclasicismo, sustituyendo al nimio rigor de sus prescripciones el arrojo de una libertad sin freno,pudo Quintana ver con satisfaccion recogido, clasificado y copiosamente ilustrado por DonAgustin Durán el tesoro de nuestros antiguos romances. Durán declara paladinamente (y sudeclaracion debió lisonjear mucho al ilustre anciano) que el nuevo giro dado á su Romancerogeneral era fruto de los consejos de Quintana; que á los discretos advertimientos de este sabionoble y distinguido, como le llama el ingenioso autor de Las tres toronjas, se debia que fuesemás útil aquella riquísima coleccion, y que saliese de nuevo á luz aderezada con no pocasobservaciones científicas, resultado de sus estudios sobre la historia, la literatura y la civilizacionespañola(4).

Quien tan á fondo conoció la índole peculiar del romance, y abrigó idea tan justa de susperegrinas dotes, no habria estado en consonancia consigo mismo si hubiese dejado de cultivarlocon amor y con su habitual maestría. Los rotulados La Fuente de la Mora Encantada y ÁSomoza, obra de la edad madura del poeta, evidencian hasta qué punto la musa de Quintana eracapaz de sobresalir en toda clase de composiciones. En este concepto las poesías inéditas del vatemadrileño, aparte de su mérito intrínseco, son una verdadera revelacion.

Nacido al calor de inspiracion esencialmente romántica, el primero de esos dos romances esun precioso poema donde se pinta con envidiable concision y rica vena fantástica el poderosoatractivo de la hermosura, por quien el más cuerdo se torna loco, y, al señuelo de fugitivaapariencia, corre deslumbrado á precipitarse y perder la vida. Hijo del espíritu animador de lastradiciones y leyendas en que tanto lozaneó el artificio poético de los siglos medios, amantísimosde lo sobrenatural y extraordinario, ese interesante poemita pudiera estimarse precursor de ungénero cultivado años despues con afan por los corifeos de la nueva escuela, bien que ningunole haya igualado, ni mucho ménos excedido, en la perfeccion y encanto de la forma, en la purezay correccion del lenguaje. ¡Qué claridad de plan! ¡Qué bien graduado el interés! ¡Cuánta vivezade color, y cuán felices descripciones! La de la Mora puede ponerse junto á la que hace Góngorade Angélica en el más bello de sus romances:

«La media luna que ardia,
Cual exhalacion radiante,
Entre las crespas madejas
De sus cabellos suaves,
Mostraba su antiguo origen
Y el africano carácter
De los que á España trajeron
El alcorán y el alfanje.
Mora bella en sus facciones,
Mora bizarra en su traje,
Y de labor tambien mora
La rica alfombra en que yace,
Toda ella encanta y admira,
Toda suspende y atrae,
Embargando los sentidos
Y obligando á vasallaje.»

Pero todavía es de quilates más subidos la explicacion de lo que pasa por el incauto Silvio,Moredo de aquella encantada Angélica, mientras extasiado contempla su seductora imágen enel cristal de las transparentes aguas.

«Mirábala el pastorcillo
Entre animoso y cobarde,
Queriendo á veces huilla
Y á veces queriendo hablalle.
Mas ni los piés le obedecen
Cuando pretende alejarse,
Ni acierta á formar palabras
La lengua helada en las fáuces.
Sólo la vista le queda
Para mirar, para hartarse
En el hermoso prodigio
Que allí contempla delante.
Ella al parecer dormia;
Mas de cuando en cuando al aire
Unos suspiros exhala
De su seno palpitante,
Que en deliciosa ternura
Con-vierten luego y deshacen
El asombro que su vista
Causó en el primer instante.»

La catástrofe del poema está trazada con tal rapidez y con mano tan segura, que ni el fecundoZorrilla, ni el fogoso Espronceda, ni el mismo Duque de Rivas, en quien parecia reavivarse ántesde morir para siempre la vena poética genuinamente española de nuestros insignes dramáticosdel siglo decimosétimo, han hecho nada que supere en vigor ni en colorido romántico á la delromance de Quintana. Dice así:

«Á este ademan, no pudiendo
Ya el infeliz refrenarse,
En sed de amor abrasado
Se arroja al pérfido estanque.
En remolinos las ondas
Se alzan, la víctima cae,
Y el ¡ay! que exhaló allá dentro
Le oyó con horror el valle.»

¿No es curioso ver al clásico y grave Quintana entrar cual en terreno propio en los dominiosdel romanticismo cuando la escuela innovadora no habia tomado aún entre nosotros carta denaturaleza, para rayar con esta bella poesía tan alto como el primero? ¿Dónde la poderosainspiracion, la sobriedad y buen gusto de La Fuente de la Mora Encantada, no ya entre el vulgode composiciones de ese género que invadian nuestro Parnaso hará treinta ó treinta y cinco anos,sino entre las popularísimas oríentales del mismo Zorrilla, tan aplaudidas ayer, tan olvidadashoy?

El romance Á Somoza, aunque de muy diversa índole, no es ménos inspirado, y tal vez excedaen mérito al anterior.-Pero ante todo permítaseme una pregunta. ¿Quién era este Sr. Somoza áquien el amargado poeta y desilusionado político abria tan cordialmente su pecho por los añosde 1826? Para saberlo no hay necesidad de recurrir á las noticias biográficas recogidas por miamigo y laborioso colega D. Eugenio de Ochoa en el segundo tomo de sus Apuntes para unaBiblioteca de Escritores españoles contemporáneos. Quintana mismo lo da á conocer, con laefusion propia de la gratitud y de la buena amistad, al dedicarle el tomo cuarto de la coleccionde Poesías selectas castellanas: «Hay (dice) en las sierras y soledades de Piedrahita un hombreque reune al corazon más afectuoso y sensible la razon más fuerte y despejada; que cultiva lasmusas y la filosofía con ardor, y es dichoso con ellas, porque las cultiva para su propia felicidad,y no para la fama; que ha sabido despreciar los empleos y los honores por no dejar su retiro, ysacrificar este retiro al servicio público cuando ha sido menester; que sabe contemplar elespectáculo sublime que la naturaleza le presenta en su soledad, y sacar de esta contemplacionpensamientos grandes y profundos, sentimientos sublimes y generosos, que él expresaria siquisiera con la energía de Ossian y con la pluma pintoresca de Thompson.» Somoza era,efectivamente, hombre de talento nada vulgar, ameno poeta, escritor desenfadado, hábil pintorde costumbres, diestro en retratar la naturaleza, apto para sobresalir y brillar en el estilo agudoy epigramático de los humoristas ingleses. Estas circunstancias, unidas á la bondad de sucorazon, le hacian digno de que Quintana desahogara el suyo manifestando en sonoros versos lasituacion de su espíritu á un amigo tan capaz de comprenderla y apreciarla. Como todo cuantonace del fondo del alma y expresa con sinceridad sentimientos verdaderos, el romance Á Somozaimpresiona vivamente el ánimo del lector.

Un erudito académico y excelente crítico(5) ha dicho que Quintana, lo mismo que casi todos losgrandes poetas, llevaba el raudal de su inspiracion por el cáuce genuino y privativo de su alma,inclinada más bien á los sentimientos enérgicos y varoniles, que á las meditaciones místicas yá las blandas emociones de la melancolía y de la ternura; en una palabra, que Quintana seconmueve ante la imágen de lo bello y lo grande, y se estremece al aspecto de la opresion y dela injusticia.

En efecto, el amor de la libertad y el de la patria son los polos sobre que gira su inspiracion,o por mejor decir, el sér que le anima y vivifica en todo. Compuesto en dias aciagos para el poeta,dirigido á un amigo en el seno de la confianza, el romance Á Somoza revela, con mayoringenuidad y eficacia que ninguna otra composicion, esas dotes geniales y características. Y sibien arguye cierta postracion y desencanto engendradores de profunda melancolía, ésta no semuestra en Quintana con el aspecto de lasitud y flojedad que la distingue por lo comun, sino conel tinte varonil que corresponde á quien inclina la frente al caso adverso, pero no desespera deltriunfo de la justicia, ni cierra el pecho al rayo consolador de la esperanza. Enamorado de lalibertad política, señora de sus pensamientos, por la que siempre está pronto á romper lanzas;lleno degeneroso entusiasmo, Quintana se irrita contra el despotismo avasallador que habianhecho necesario hasta cierto punto la insensatez, los excesos, las locuras á que se abandonaronnuestros liberales del año 20 al 23; y recordando con exaltada imaginacion los gloriosos dias dela guerra de la Independencia, contemplando en perspectiva ilusoria las Córtes de Cádiz y elmovimiento liberal, impulsado á principios del siglo por legisladores que pensaban de buena feregenerar la monarquía española con una Constitucion modelada en las exageracionesdemocráticas de la revolucion francesa, prorumpe en estos hermosos acentos:

«Mi corazon, hostigado
De tan acerbas memorias,
Á la hiel del desaliento
Tristemente se abandona.
¿Quieres que cante? pues alza
De sus ruinas lastimosas
Ese templo cuya afrenta
A ira y lástima provoca:
Saca á. la infeliz España
De la profunda mazmorra
En que aherrojada la tiene
La iniquidad de la Europa:
Despierta en sus hijos viles
Aquel sentimiento de honra
Que un tiempo los alentaba
Al laurel y á la victoria,
Y entónces quizá se anime
Mi voz trabajada y ronca,
Y á lucir vuelva en mi frente
Del Genio la sacra antorcha.»

El romance Á Somoza no es sólo una de las mejores composiciones poéticas de Quintana, ytal que bastaria para justificar la publicación de sus versos inéditos; es tambien un dato biográficointeresante, digno de tenerse en cuenta para apreciar con exactitud la índole y sentimientos delcantor heróico en la prosperidad y en la desgracia.

Quizá me haya extendido más de lo conveniente al discurrir sobre las poesías del autor queno habian entrado hasta ahora en el dominio público. Si así fuere, sírvame de disculpa el ser lafama de poeta la que más ha hecho resonar en uno y otro hemisferio el nombre de D. ManuelJosé Quintana.

Duro es confesarlo; mas rara vez hemos sabido los españoles contenernos en el límite derigorosa y estricta imparcialidad, sobre todo en cuestiones políticas ó en asuntos en que seinteresa el amor propio. Dando al ímpetu de la pasion tanto ó más que a la razon misma, nosdejamos guiar de sus arrebatados impulsos, y desoimos con frecuencia hasta la voz santa de lajusticia y del deber. De aquí la serie de revoluciones y reacciones que constantemente nos afligen.De aquí tambien el enconado furor de nuestras civiles discordias, y los cobardes excesos, lasbastardías, los crímenes que se cometen, ménos por inclinacion al mal, que por inconsideradoanhelo de saciar la ira mortificando y abatiendo al que nos contradice ó molesta. Es tan universalel contagio, que ni los hombres investidos de autoridad, y por ende obligados á ser ejemplo demoderacion y templanza, saben conjurar los estragos de enfermedad tan terrible. Las anomalíasque resultan de juzgar con el fuego de la pasion ántes que con la serenidad de juicio; losinconvenientes que suscita, los desastres que ocasiona el abandono de toda consideracion en lasrelaciones políticas ó sociales, son cada vez más aciagos. Pero en ley de verdad el mal no es deahora; y aunque agravado modernamente en proporciones gigantescas, fuera injusto decir que nolo conocieron nuestros mayores.

Algo análogo á las naturales consecuencias de ese mal espíritu se vislumbra al través de laDefensa que hizo Quintana de sus Poesías en Agosto de 1818, documento curiosísimo que sigueen el presente volúmen á los versos inéditos del autor.

Especie de alegato jurídico escrito en una cárcel con el ardor propio de parte interesada, laDefensa de las Poesías ante el Tribunal de la Inquisicion pone en relieve la sagacidad critica deQuintana, su instruccion, su habilidad y elocuencia, y corrobora en cierto modo la exactitud demis anteriores observaciones.

De las tres clases de cargos dirigidos contra el poeta, políticos, religiosos y morales, losprimeros son los que Quintana procura refutar con mayor empeño, como presintiendo óadivinando que la censura de los inquisidores de Logroño provenia principalmente de causaspolíticas.

Para explicar el sentido de ciertas máximas contenidas en las odas Á Juan de Padilla y Á lainvencion de la imprenta ó en el poema titulado El Panteon del Escorial donde hay tanta riquezade diccion, tantos felices rasgos de poesía, y al mismo tiempo tanta inexactitud en la exposicióny juicio de hechos y caractéres históricos, traza Quintana con rápidas pinceladas el lastimosocuadro que ofrecia España en los albores del siglo actual. La pintura es acre, pero justa, y sedistingue por el sello de verdad que imprime en sus obras el que ha sido testigo presencial de lossucesos que refiere. En ella, de igual modo que en las demás observaciones alusivas al estadopolítico de la nacion y al rigor de los censores, se muestra Quintana desapasionado y sereno:circunstancia que le honra mucho, porque al escribir la Defensa hacia ya sobre tres años quesoportaba dura prision en la ciudadela de Pamplona, y aquella censura inquisitorial añadida áotras vejaciones, hiriéndole á deshora en lo que sin duda te era más caro, debía naturalmenteexacerbarlo y sacarle de tino. Me complazco en reconocerlo así, rindiendo tributo de justaconsideracion á la dignidad y entereza del desinteresado repúblico, persuadido de que los erroresde Quintana provinieron ménos de su corazon é inteligencia, que de su educacion filosófica, yde las ideas que iban difundiéndose y cautivando á muchos en los tiempos en que le tocó vivir.

Entre las varias condiciones que recomiendan este escrito, hay una que lo avaloraparticularmente: tal es la franqueza con que expone, en fórmulas concretas que no dejan lugará duda, la doctrina política del autor. No con estudiados rodeos, mas con decision y energía,indica la extension y alcance de sus ideas concernientes á las árduas y trascendentales cuestionesque se debatian á la sazon; viniendo á ser este comentario ó interpretacion auténtica de lasPoesías documento de sumo interés para apreciar con exactitud los propósitos reformadores deQuintana, y áun los de otros muchos prohombres del liberalismo, que compartian su manera depensar. ¿Quereis saber basta qué punto juzga conveniente limitar la autoridad del Monarca,mediante la intervencion de las Córtes en el gobierno del Estado? Leed lo que dice en las páginas85 y 86, apoyado en el dictámen de Saavedra Fajardo y del Padre Fray Diego Murillo (cuyaspalabras cita textualmente), esforzado con el recuerdo de las promesas hechas por el mismo reyFernando VII á su vuelta de Bayona. ¿Tratais de inquirir lo que entiende por libertad? Oidlemanifestar sin rebozo que «no es la licencia frenética y anárquica de los jacobinos franceses.»¿Deseais averiguar en qué consiste á sus ojos el despotismo? Por seguro da que para formarloconcurren diferentes causas, «entre las cuales (verdad incontrovertible, hoy más demostrada quenunca) tiene casi siempre poca parte, y muchas veces ninguna, la intencion del príncipe á cuyonombre se ejerce.» ¿Pretendeis conocer el valor que atribuye á la utopia de acabar con los malesy desigualdades que ocasionan la guerra y la ambicion, valiendose para conseguirlo del poder dela razon humana y de la imprenta? «Yo bien sé que esto es soñar,» escribe con maduro seso.¿Anhelais, en fin, que os diga cuál es la significacion «directa y natural» de las palabras tiranos,déspotas y esclavos? Pues escuchad cómo lo explica en estas bien pensadas cláusulas: «El autor,cuando mienta á los tiranos, habla precisamente de los tiranos; esto es, de aquellas personas queusurpan una autoridad y poder que no les corresponde por las leyes, ó ejercen la autoridad quelegítimamente los correspondo, de un modo contrario á lo que las leyes mandan. En este sentidoes usada esta voz por todos los buenos escritores, y se aplica, no sólo á todos los príncipes quegobiernan injustamente, sino á los ministros que abusan de su confianza, á los magistrados quesentencian por antojo y no por ley á un general, á un gobernador, en fin, á cualquiera autoridadgrande ó pequeña que abusa de las funciones que ejerce, en provecho suyo y daño de los otros.»

La rapidez con que han progresado durante los últimos cuarenta años las ideas trastornadoras,no ya del antiguo régimen político, sino de los principios funda mentales del órden social, hahecho que los problemas á que Quintana se refiere hayan perdido la capital importancia quetenian entónces. Cuando están en tela de juicio la religion, la propiedad, la familia, hasta elmismo Dios, cuya existencia niegan hombres que presumen de filósofos y aspiran á regenerar elmundo, ¿cómo han de fijar la atencion de una sociedad agitada por tan temerosas cuestiones,aquellos secundarios problemas? Y sin embargo, para conocer la naturaleza del árbol queextiende más cada día sus frondosas ramas y da tan venenosos frutos, importa conocer tambiéncuantos elementos hayan sido parte á engendrarlo ó contribuido á su desarrollo. Sin la filosóficadespreocupacion de los que creian limitarse á combatir la supersticion y el fanatismo, cuando deun modo ú otro minaban y relajaban el respeto á las cosas santas, quizás la impiedad no entonariahimnos de triunfo. Sin el empeño de abatir la autoridad real para levantar con sus despojos eledificio de la libertad política, no curándose de mejorar las costumbres, ni de avivar en el ánimodel pueblo el temor de Dios y el respeto á la ley (único modo de que pueda ejercer con frutoámplios derechos políticos y civiles) ¿habrían andado tanto en tan poco tiempo las funestas ideasque amenazan sumergirnos en los horrores de una barbarie más perjudicial y afrentosa que la deAtila, como dispuesta á fundar su trono sobre las ruinas del mundo moral?

La trasformacion política efectuada á la sombra del alzamiento nacional contra el invasorfrancés, sentó premisas de las cuales han ido sacando cada dia nuevas y más terriblesconsecuencias el trascurso del tiempo, el ánsia creciente de novedades, el huracan de lasrevoluciones y la activa propaganda del mal, nacida y alimentada en tierras extrañas. Bien sé yoque sí los cándidos ó alucinados legisladores de Cádiz levantasen la cabeza, se horrorizarian alver los acerbos frutos que produce la libertad que tan generosamente adoraron y codiciaron parasu patria. Pero esto no impide que, por efecto de las circunstancias, ó por lo que fuese,dificultaran con las exageraciones democráticas de su código político el establecimiento de unalibertad templada y benéfica. La Defensa de las Poesías de Quintana y los problemas que en elladiscute indirectamente, de escaso interés por su doctrina en el estado actual de las llamadasciencias sociales, son muy útiles para el estudio y conocimiento de nuestra historia en aquelmemorable período. ¿Necesitaré añadir que la estimo dignísima de ver la luz?

Respecto á la cuestion religiosa, hay en ese papel un pasaje que debo recordar aquí, porqueatañe al buen nombre de Quintana y se refiere á una de sus mejores composiciones poéticas. Elconcienzudo escritor que entró á sucederle en la Real Academia Española dice, refiriéndose á laoda consagrada á cantar La invencion de la imprenta, que ninguno de cuantos poetas extrañoshan levantado su voz en alabanza de tan prodigioso invento, ha sabido como Quintana «hallartonos tan altos, miras tan trascendentales y acentos tan grandilocuentes.» Al emitir esta opinionno teme que le tachen de engreimiento nacional: tanta fe tiene en la exactitud del juicio. Duélese,no obstante, de que «deslustren este eminente canto algunos pensamientos inspirados por elfrenesí que despertaron las doctrinas escépticas en imaginaciones temerarias,» y exclama:«¡Cuántas veces los hombres de sano corazon y de sosegados instintos han deplorado aquellasenconadas palabras:

¿Qué es del monstruo, decid, inmundo y feo
Que abortó el Dios del mal, y que insolente
Sobre el despedazado Capitolio
Á devorar el mundo impunemente
Osó fundar su abominable solio?
Dura, sí, mas su inmenso poderío
Desplomándose va; pero su ruina
Mostrará largamente sus estragos!»

«¡Monstruo inmundo y feo la veneranda Iglesia católica! (añade el Sr. Cueto). Casi no es posibleindignarse contra este sacrílego desvarío.»

Á ser tal la mente del poeta, razon le sobraba al crítico para exaltarse de ese modo. ¿Lo eraen efecto? Que se puede sospechar sin violencia, téngolo por indudable. Además de Cueto lo hancreido así muchas personas ilustradas, y la Inquisicion de Logroño hizo hincapié, y extremó ladureza de los calificativos, en la censura de esos versos. Consígnalo en su Defensa el propioautor, lamentándose de «la prolijidad y la agrura con que uno de los censores analiza y tizna estepasaje,» que no despertó igual sospecha en los que censuraron la oda para su impresion en 1808.Pero como es tal la gravedad del cargo; como Quintana se aflige de que hayan interpretado malsu pensamiento y procura sincerarse con empeño muy decidido, fuera injusto no recordar laspalabras de su Defensa, anticipada contestacion á la enérgica censura de Cueto. Remitiendo elfallo á la discrecion y rectitud del público, las copio aquí literalmente.

«El censor que le acusa (dice Quintana, aludiendo al pasaje de que se trata), ó bien porprevencion, o por no hacerse cargo de la fuerza y licencias del lenguaje poético, ha tomado á laletra la expresion sobre el despedazado Capitolio; y en ella ha establecido su batería parafulminar rayos contra el desgraciado poeta. Pero, á la verdad, si se considera que esa expresionno puede entenderse materialmente, pues que materialmente no es cierto que el Solio del SumoPontífice esté sentado sobre los pedazos del Capitolio, no cabe duda en que es una expresionfigurada para significar la ruina del imperio romano en el Occidente. Ahora bien, como esta ruinaaconteció á fines del siglo V, cuando hacia ya más de cuatrocientos años que la Religion cristianase habia introducido en Roma y establecido la Silla Pontificia, el poeta no ha podido hablar deesta sagrada institucion, y es preciso buscar otro objeto posterior á aquella época á quien aplicarla monstruosidad moral que allí se pondera. Este no es otro que la barbárie grosera y feroz quese desplegó sobre todas las provincias occidentales del Imperio romano, luego que triunfaron deél las naciones septentrionales. Ella acabó con las artes, con las ciencias, con todas clase decivilizacion; corrompió y endureció las costumbres, confundió todos los derechos y todas lasideas, devoró el mundo con las guerras intestinas é interminables que ocasionaba, lo llenó de,escándalo con sus horrores, y de ridiculeces con sus sofismas pueriles. La invencion de laimprenta, por medio de las luces que introdujo y de la mayor comunicacion á que dió lugar entrelos hombres, empezó á disipar las nieblas, suavizar las costumbres, y enmendar los errorescrueles que en tantos siglos rudos se cometieron.»

De los reparos concernientes á la moral haré caso omiso. El hecho de no haber señaladoninguno terminantemente y el tono y futilidad de sus generalidades, dejan presumir que, ántesque á otra cosa, los censores cedieron en este punto al estímulo de cierta animadversion. Encambio, aquellos que creen en la verdad católica y se someten de buena voluntad á cuanto mandala Iglesia, verán con gusto en hombre de talento tan superior y de carácter tan entero comoQuintana (tildado de laxo en asuntos religiosos) el acto de sumision con que da fin á la Defensade las Poesías.

En las discretas observaciones que mi amigo y compañero D. Antonio Ferrer del Rio puso alfrente de las Obras completas de nuestro autor, encuentro lo que sigue: «Por su escrupulosidad,y por el deseo de aclarar un punto histórico, no tenemos entre las vidas de españoles célebres ladel Duque de Alba, ya casi concluida; pues habiendo visto insinuado en algun escritor que aquelpersonaje habia intercedido por Horn y de Egmont, no quiso pasar adelante sin confirmar conalgun documento accion tan digna de loa; y no habiéndolo encontrado, ha preferido arrinconarlo escrito á decir una alabanza sin estar convencido de ella, ó á hacer al de Alba ejecutor de unacrueldad, teniendo la duda de si en verdad se opuso á ella(6)

El Plutarco español no dejó casi concluida la biografía del insigne capitan, que descollabacomo gigantesco roble entre los más ilustres de su tiempo, hombreándose con el mismo CésarCárlos V y sosteniendo en todas partes gloriosamente el honor de la milicia española, entóncesla más aventajada del mundo. Lo que ha llegado á nosotros de ese precioso escrito sólo abarca unos treinta y nueve años de los setenta y cinco á que se prolongó la existencia del Duque:próximamente la mitad de su vida, y no la más interesante, aunque toda ella lo sea mucho. Desentir es que no avanzase más Quintana en trabajo de tanta consideracion, bien por el escrúpuloá que alude Ferrer (nimio en verdad, pues al talento del autor no le habria sido difícil salvarsemejante escollo), bien por cualquiera otra causa. La parte que llevó á cabo, y que sale a públicaluz en este volúmen, hace presumir lo que seria el resto si se hubiese terminado la obra. Quintanapuso en ella, como vulgarmente se dice, todos sus cinco sentidos. El asunto lo merecia. Unadificultad se presentó desde luego al imprimir este fragmento de la Vida del Duque de Alba.Escritas de su propio puño dejó el autor dos distintas versiones de algunos pliegos, á contar desdeel principio hasta la página 134. ¿Cuál se debia preferir? Consultado al efecto, decidíme por lamás rica en noticias, y estimé oportuno mejorarla sustituyendo á varios pasajes del textopreferido los que me parecieron en el de la otra más expresivos y elocuentes. Penosa era sin dudala operacion, mas no vacilé en efectuarla con esmerada solicitud. Tengo el gusto de haberladesempeñado á satisfaccion de los herederos y editores del egregio vate.

La historia de España en el siglo XVI es como compendio y resúmen de la historia universal.El Emperador Cárlos V y el Rey Felipe II, que lo llenan todo, son figuras de tal magnitud,ejercieron influjo tan poderoso en el destino del mundo, que mal podremos apreciar exactamentemuchos acaecimientos de siglos posteriores, si no conocemos á fondo la índole y verdaderasignificacion de los principales hechos de ambos reinados, el modo de pensar y sentir de aquellosgrandes monarcas, las ideas que les sirvieron de norma en la gobernacion de sus extensosdominios. Derivacion ineludible de las cuestiones religiosas y políticas que se suscitaron,plantearon ó resolvieron entónces, algunas de las que ahora mismo traen más agitada la sociedad,no es posible permanecer indiferentes ó extraños á los que intervinieron en ellas simbolizandodeterminados principios en la esfera del poder supremo, ni á los que secundaron ó contrariaronsus propósitos en campamentos y consejos, con la espada ó con la pluma.

Entre ellos, el gran D. Fernando Alvarez de Toledo, Duque de Alba, ocupa lugar preeminente.Fervoroso católico, súbdito fiel de un Rey á quien el Sumo Pontífice honraba denominándolobrazo de la Cristiandad, y al que todavía combaten los enemigos de la Iglesia y de nuestro país,con saña que únicamente suele emplearse contra los vivos, ¿cómo no habia de alcanzarle tambiénel odio de los adversarios de su religion y de su patria? Mas sea cualquiera la opinion que seforme de las prendas y hechos de] guerrero ilustre, nadie podrá en justicia desconocer el papelimportantísimo que representó desde muy jóven como estadista y como soldado, ni la mucha luzque ha de comunicar á la historia de aquellos tiempos el conocimiento exacto de su carácter y desus vicisitudes. Solicitado de estas consideraciones decidió Quintana añadir la Vida del Duquede Alba á las de otros españoles célebres; persuadido, no sin razon, de que si en tal empeño leprecedieron escritores de nota, como el erudito Mayans (cuya obra no llegó á imprimirse y hapadecido extravío), quizás ninguno ha tratado el asunto en los términos y desde el punto de vistaque exige el estado actual de los estudios históricos.

Al juzgar sus anteriores biografías de claros varones, habíase tachado á Quintana deexcesivamente apasionado. Tildábanle de olvidar la imparcialidad de historiador, movido de lavehemencia de sectario. Hasta le culpaban amigos suyos de ser injusto para con la patria (él, tandecidido patriota) cuando al recordar hechos antiguos se le presentaba ocasion de censurar óabatir, desentendiéndose del espíritu dominante en cada civilizacion ó en cada época, lo que nose ajustaba completamente á sus ideas políticas y filosóficas. No me incumbe ahora examinar sieran ó nó fundadas tales censuras; baste decir que el temor de que lo pudieran ser empeñó áQuintana en apurar la verdad en todo lo concerniente al Duque de Alba, para que no fuese dadoatribuir parcialidad ni prevencion sistemática a su juicio respecto de aquel capitan magnánimo,de quien el Obispo de Nocera escribia y á mediados del siglo XVI que caminaba al supremogrado de gloria.

Lo he dicho y lo repito con sinceridad: cuantas personas de gusto lean el fragmento que seimprime aquí de la Vida del Duque de Alba, lamentarán que el autor no la concluyese. Elprofundo estudio que hizo Quintana de la materia; la serenidad de juicio con que habla dehombres y cosas; el aire de sensatez que respiran sus observaciones; la superioridad que muestraal discurrir sobre asuntos de milicia ó de Estado; el brío de la narracion, su naturalidad yelegancia; lo pintoresco de la frase, más castiza y correcta que de costumbre; todo me induce ácreer que si hubiera dado fin á esta biografía como la iba componiendo, podriamos apreciarla,en ley de razon, por la más acabada y perfecta de sus obras históricas.

El siguiente retrato del Duque en su juventud está trazado de mano maestra: «Su índole, supresencia, sus dichos y sus ademanes mostraban, áun desde la niñez primera, lo que habria de serdespues. Sus conversaciones no eran más que de guerra; sus juegos batallas campales simuladascon los otros niños de su edad, y su mayor placer oir empresas, hazañas, peligros y combates.Contemplaba con una curiosidad ansiosa y manoseaba las armas ántes de poderlas vestir, ytrotaba y subia en los caballos ántes de tener peso para montarlos, ni fuerza ni arte para dirigirlos.Ya grandezuelo, y viendo que á pesar de sus ruegos y áun de su llanto no le permitia su abueloel Duque ir á la guerra que á la sazon se hacia en Castilla por la discordia civil de lasComunidades, quiso aprovechar el latin que habia aprendido, y dióse a leer á Vegecio y á estudiaren él aquella institucion militar con la cual el pueblo romano, superior en armas á todos losdemás, supo enseñorearse del mundo. Deleitábase mucho en esta lectura, y empezaba ya áformarse en él aquel espíritu de combinacion y de espera que constituye la parte más alta y noblede la profesion militar, que da más al arte y pericia que al arrojo, y no deja á la fortuna nada delo que puede asegurar ventajosamente la prudencia.»

Para completar la pintura, escribe poco después: «Apetencia á estas prendas de aplicación yde valor la facilidad festiva de su trato, con que se hacia querer de oficiales y soldados; lamodestia de su porte en su persona y en sus equipajes; una liberalidad sin límites para, asistir áheridos y á menesterosos, y por último, la más laudable y franca sinceridad en aplaudir yrecomendar toda acción valiente y virtuosa. Pero en medio de esta amable conducta, que decíatan bien con su juventud y su estado, empezaban ya á manifestarse en él otras prendas ménospopulares y gratas: sobrada gravedad, teson incontrastable, excesivo desagrado contra cualquierafalta de disciplina, ahinco poco generoso en promover su castigo. Diríase que ya se presentabadesde entónces lo que se habia de llamar después la severidad inflexible del Duque de Alba.»

Privar á los estudiosos de tan buen modelo, habria sido imperdonable.

Tampoco mereciera disculpa relegar á perpétuo. olvido la extensa Memoria sobre el procesoy prision de Don Manuel José Quintana en 1814, escrita por él mismo y fechada en la ciudadelade Pamplona el 30 de Enero de 1818.

No abundan en España las autobiografías, que proporcionan curiosos datos para conocer yapreciar á quien las escribe, y para comprender no pocos misterios de la época en que se escriben.El repúblico, el militar, el poeta que desahoga en ellas su corazon, cuando se vale de tal mediopara engañar al mundo con miras interesadas, rara vez consigue burlar tanto la eficacia de laverdad, ó desfigurarse tan por completo, que, no broten de su pluma insensiblemente expresionescapaces de hacer traicion á ese mal propósito. Son, pues, las autobiografías material precioso,del que la sagacidad y rectitud de la buena crítica puede sacar gran partido para la historia; y sinuestros hombres notables nos hubieran legado ese espejo donde verlos retratados, borrosamenteó muy de bulto, pero siempre con rasgos propios, seria menos difícil desvanecer errores y aclararpuntos oscuros de nuestros anales.

Interesante autobiografía la Memoria de Quintana, ofrece copioso caudal de noticias,observaciones y juicios que deberá tener en cuenta quien se proponga historiar las turbacionesy luchas de este siglo, en la esfera intelectual, política y literaria, ó en el terreno de la fuerza,dominadora del mundo, azote de la vanidad y soberbia humana.

Ansioso de rechazar las calumnias de sus enemigos y de atender á la propia defensa, Quintanavaciló repetidas veces ántes de tomar la pluma, conociendo cuán difícil era ser bien oido de unpúblico que acogia sin ira ni escándalo las mayores contradicciones y absurdos sobre hechos ycaracteres notorios. Sabia muy bien que en las discordias y contestaciones políticas «no se oyenalegatos de justicia, ni se siguen trámites de foro»; que «el vencido cae, y el vencedor resuelve;y segun su furor, sus recelos, su compasion ó su desprecio, así absuelve, así olvida, oinexorablemente, condena.» Decidióse, no obstante, á romper el silencio, por juzgar necesarioque cada cual manifestase para desengaño comun lo que habia sido, lo que habia pensado ydeseado en aquella extraordinaria crísis. Tal es (decía) el objeto que me propongo en este escrito,que no sé si tendré la fuerza de acabar, y que no espero poder jamás dar á luz. Pero á lo ménosmi familia y los buenos aunque pocos amigos que aún conservo, verán que no he sido indignode su estimacion ni de su cariño; al paso que los hombres imparciales que por haber oido conalgun interés el nombre de Quintana quieran saber cómo se ha conducido en tiempos tan difíciles,tendrán en la Memoria presente una pintura fiel en que mirarme, y decidirán entre mí y misperseguidores.»

Esta franca exposicion del objeto de la Memoria, escrita con la excitacion de un alma herida,y con la espontaneidad y abandono de quien no se dirige inmediatamente al público, dice hartoclaramente cuál será su valor histórico y biográfico. Del literario no hay que hablar, porque nadase expresa mejor que lo que se siente bien.

Sin el tinte novelesco de Le mie Prigioni, memorias que redactó Silvio Pellico estando ya enlibertad, años despues de haber trazado Quintana la suya en una cárcel, el expresivo cuadro delos sentimientos y luchas morales de nuestro famoso compatriota despierta interés muy vivo. Enél aparecen dibujados con maestría sus amigos y enemigos, sin que tenga jamás la censura deestos viso de implacable rencor, ni le haga traspasar el limite de justa defensa. De los amigoshabla con tal estimacion y tan gran ternura, que convida á participar de su afecto. Así es quemientras pinta á Capmany con el rigor propio de quien se veia maltratado de un modo ilícito,(procurando, no obstante, explicar y disculpar hasta cierto punto sus procederes), retrata convivos colores, y con emocion exenta de todo envidioso resabio, á Martinez de la Rosa, Antillon,Argüelles, Luzuriaga, Escosura y muchos otros de sus compañeros de infortunio. En suma, laimpresion que me ha causado la lectura de esta Memoria es altamente favorable á la nobleza yrectitud del carácter de Quintana.

Termino, pues, con las palabras en que el príncipe de nuestros oradores parlamentarioscompendia lo que opinaba del príncipe de nuestros líricos: «Con los defectos inherentes á lahumana flaqueza (decía en 1858 D. Antonio Alcalá Galiano) merece inmortal renombre, y es decreer que le alcance colocado en uno de los primeros lugares entre los españoles que han honradoá su nacion, el ilustre D. Manuel José Quintana.»

Madrid, 1872.

MANUEL CAÑETE.


Estudio de don Manuel José Quintana (2024)
Top Articles
Latest Posts
Article information

Author: Prof. An Powlowski

Last Updated:

Views: 6248

Rating: 4.3 / 5 (64 voted)

Reviews: 95% of readers found this page helpful

Author information

Name: Prof. An Powlowski

Birthday: 1992-09-29

Address: Apt. 994 8891 Orval Hill, Brittnyburgh, AZ 41023-0398

Phone: +26417467956738

Job: District Marketing Strategist

Hobby: Embroidery, Bodybuilding, Motor sports, Amateur radio, Wood carving, Whittling, Air sports

Introduction: My name is Prof. An Powlowski, I am a charming, helpful, attractive, good, graceful, thoughtful, vast person who loves writing and wants to share my knowledge and understanding with you.